lunes, 6 de febrero de 2012

MÚSICO, HEDONISTA Y MUNDANO

Todo aquel que me haya seguido en este blog, conoce bien que en él tiene cabida casi todo, siempre que el común denominador sea la Ópera y sus derivaciones. Pero en concreto, tengo un par de frentes abiertos sobre los que voy publicando comentarios, muy esporádicamente. Tratan de recoger un poco la vida y la obra de dos grandes músicos italianos: Bellini y Rossini. Si hace poco le tocó al siciliano, hoy, para compensar, intentaremos hablar del Cisne de Pésaro, sobre todo en cuanto a su biografía. Bien, espero que os guste y si no es así, decírmelo, por favor.

Dentro de la historia de la música, han existido pocos casos como el de Gioachino Rossini. Hombre de contrastes, fue decisivo en su época y estuvo olvidado durante cien años. Era innovador y, a la vez, retrógrado. Introductor de formas nuevas y cultivador de las antiguas. Un hombre de oficio y, además, artista. Bohemio pero asimismo burgués. En él, se dan cita lo más noble de la música europea de entonces, junto a páginas apresuradas y triviales.

Esta abundancia de contradicciones, acaso sea fruto del periodo histórico en que le tocó vivir. Porque, Rossini, fue, ante todo, un hombre de su tiempo. Tenía un pié en la Europa liberal y el otro en el Antiguo Régimen. Con una mano usaba el clavicémbalo y con la otra el piano. No es pues extraño que compusiera, en confusa mezcla, arias del setecientos, llenas de floridos ornamentos vocales, y,  también, otros fragmentos con dramáticos acentos, que enseñaron a sus sucesores el camino por el que habría de ir la música europea del siglo XIX.

Compositor de gran fama y un artista de peculiar carácter, fue capaz de extender el nombre de Italia en todo el mundo y, todavía hoy, es sinónimo de estilo italiano. Su apellido es una de las razones por las que están orgullosos los italianos de su país. Se le conoció por “El Cisne de Pesaro”, “Monsieur Crescendo” y, en su juventud, “el Tedeschino (el pequeño alemán)”. El mayor anhelo de Rossini fue escribir música para agradar al público, ya fuera con el drama o con la burla. El Cisne de Pesaro, durante su vida vivió momentos de bonanza, también, los tuvo muy difíciles, pero siempre supo componer para divertir y entretener. El público, se olvidaba de todo, al asistir a sus representaciones.

La teoría de Rossini era que “la música tiene por objeto el deleite y aconseja la melodía y la diversidad de ritmos”. Muchos de los críticos le achacan falta de dramatismo en algunas de sus óperas. Así dijo de Rossini el propio Wagner: “fue un fabricante, extraordinariamente hábil, de flores artificiales, que construía con terciopelos y sedas, y pintaba con colores engañosos…. Pero lo hacía tan bien, tan bien, que parecían flores naturales”. Pese a esos comentarios, Rossini llenó toda una época y ejerció un poderoso influjo en los colegas que habrían de venir.

Aunque el de Pesaro tuvo una vida bastante larga (setenta y seis años), no puede decirse lo mismo de su carrera operística (diecinueve años), que comparada con la de otros grandes compositores, como Verdi (que llegó a su senectud componiendo óperas), resulta, al menos, sorprendente. Pero a cambio de esta brevedad en su producción, hay una ingente cantidad de obras (cuarenta y una, si se cuentan los dos pastiches que autorizó), originadas, como ya se ha dicho, en un lapso de tiempo bien corto. Dejó de componer óperas a los treinta y siete años. Su retiro fue voluntario y aún, hoy en día, no se conocen las causas exactas de su inesperado alejamiento, cuando estaba en la cumbre de su fama. No obstante lo cual, él siguió ejerciendo su oficio de músico- muchas veces para sí mismo- y llegó a completar dos piezas sacras importantes (Stabat Mater y Pequeña Misa Solemne), algunas obras menores y pequeñas piezas para piano (los llamados Pecados de Vejez). En conjunto, puede estimarse que, desde 1930, año de su excedencia, son unas ciento cincuenta composiciones las que realizó, cifra, desde luego, nada despreciable.

Es difícil imaginar hoy, hasta qué punto Rossini llegó a ser un ídolo universal, considerado el primero (y casi el único), compositor operístico de su época, y el modelo a imitar por todos los compañeros de profesión de su generación. La música, de sus contemporáneos y aún la de muchos de los que nacieron algunas décadas más tarde, refleja, generosamente, la influencia del maestro de Pesaro.

Esto es algo que resulta evidente incluso en algunos giros melódicos de Schubert o Weber (que detestaban a Rossini), y, también, entre los músicos que se esforzaban en seguir vías distintas (Francisco Asenjo Barbieri con la zarzuela española, por ejemplo). Esta tremenda influencia, la ejerció Rossini, tanto en la ópera Bufa (en la que apenas, dejó algo que hacer), como en la Seria, en la que estableció las nuevas normas del género (abandono de las formas clásicas, dejando paso al sentimiento y la expresividad), a pesar de que esas constantes sentimentales, no formaban parte de su manera de ser. Phillip Gossett, musicólogo estadounidense, dijo del Cisne de Pesaro, lo siguiente: "Rossini, disfrutó del prestigio, la riqueza, la aclamación popular y la influencia artística, como ningún otro músico de la primera mitad del siglo XIX. Sus contemporáneos, le reconocieron el más grande compositor italiano de su tiempo”.

Sin embargo, durante años, Gioachino Rossini fue conocido, prácticamente, por “el Barbero de Sevilla”, que siempre ha estado omnipresente desde que se estrenó, y, además,  por un resurgimiento ocasional de su “Guillermo Tell”. Pero, desde la década de 1950, ha habido lo que se ha venido en llamar, “Renaissance (renacimiento) rossiniano”, de sus obras, propiciado por una serie de cantantes, especialistas en este género, y por los festivales que, en su ciudad natal y otras localidades, han recuperado sus olvidadas óperas, con la aclamación de público y crítica.

Infancia y Juventud (1792/1812)
La primera paradoja del músico, es su fecha de nacimiento. Gioachino Antonio Rossini, nació el 29 de febrero de 1792, en un año bisiesto,  caracterizado por la extrema violencia que ejerció la Revolución Francesa sobre las estructuras del Antiguo Sistema Político. El futuro compositor, vino al mundo en Pesaro, ciudad italiana abrazada por el mar Adriático y las montañas. Esa población, pertenecía- igual que hoy en día- a la región de Marche. Su régimen político, en aquel momento, era el que practicaba la Iglesia, pues estaba integrada en los Estados Pontificios, regidos por el Papa Pio VI.

Giuseppe Rossini (Vivazza)
La familia procedía de “Lugo de Romaña”, y llegó a Pesaro en 1789. Su padre, Giuseppe, era inspector de carnicerías y, ocasionalmente, tocaba la tuba o la trompeta en la orquesta municipal de la villa (e incluso en los teatros o a cualquiera que lo pedía), conocido por su vivacidad, sentido del humor y su temperamento alegre y seductor (le llamaban “vivazza”). Su madre, Anna Guidarini, hija de cantante y de panadero, se dedicaba a labores de costura, pero también interpretaba roles operísticos secundarios en teatros de provincia. Los tenía que aprender de memoria, pues no sabía solfeo. Poseía una bella voz, con musicalidad, físico agradable y buenos modales. A causa de la profesión de sus padres, el niño conoció la vida errante de los artistas de teatro.

Anna Guiradini
Por sus ideas republicanas, el padre se enfrentó al gobierno pontificio, y fue procesado y enviado a prisión durante casi un año. Tuvieron que mantenerse con los emolumentos que obtenía su madre como cantante, que se había unido a una compañía ambulante. Durante ese tiempo, Rossini se quedó, con frecuencia, a cargo de su anciana abuela, que era incapaz de controlarle. En 1800, la familia Rossini, se trasladó a “Lugo de Romaña”, su lugar de origen y Rossini fue puesto a estudiar en el Instituto de aquella ciudad.

Recibió clases de su padre y después de dos sacerdotes hermanos (Giuseppe y Luigi Malerbi). Con nueve años, durante el carnaval de 1801, Rossini realizó su debut musical en el Teatro de la Fortuna, de Fano, tocando la viola en la orquesta. En esa misma función, su madre interpretó un papel. En la biblioteca que tenían los dos clérigos, tuvo acceso a partituras de Haydn, Mozart y otros autores de valía. Del estudio de estas páginas, derivó su estilo peculiar, en el que los contemporáneos, detectaron cierta dosis de influencia germánica. Por eso, fue conocido Rossini como “Il tedeschino (El pequeño alemán)”.

En 1804, un nuevo traslado, llevó a la familia Rossini a Bolonia. Cuando su padre tenía que tocar, le dejaba al cuidado de un carnicero amigo, que también le dio lecciones de música. Otro de sus maestros fue Angelo Tesei, que le enseñó a leer a primera vista, tocar acompañamientos en el piano, y cantar, lo suficientemente bien, como para tomar parte, en solitario, en la iglesia. El pequeño Gioachino, colaboró en la economía familiar con las ganancias que obtenía de ese empleo.

Ferdinando Paër
Tenía una bella voz, y tentado estuvo de dedicarse al canto. Con doce años, debutó como cantante de ópera en Ravena, sustituyendo a un bajo bufo enfermo. A los trece años, está documentada su participación en la ópera “Camila” de Ferdinando Paër, en el teatro del Corso de Bolonia, donde su madre se turnaba en el personaje principal con otra cantante. El pequeño se mostraba, poco inclinado al estudio y hubo que estimular su interés por el trabajo, con castigos como el de ser colocado de aprendiz en una herrería. A los pocos días, el muchacho, no pudiendo soportar el ruido que había en la forja, prometió aplicarse más para que le sacaran de allí.

Stasnislao Mattei
Era tal la disposición de Rossini que, con catorce años, ingresó en el Liceo Municipal de Bolonia, donde recibió clases de canto, solfeo, violonchelo y piano. También estudió contrapunto, a las órdenes de Stasnislao Mattei, discípulo y sucesor del padre Martini y, después, violonchelo con Cavedagni. A esa edad, dirigió una pequeña orquesta de aficionados. Pronto se reconocieron sus dotes, porque se le nombró miembro de la Academia Filarmónica de Bolonia, distinción que también recibió Mozart a su misma edad.

Se cree que es precisamente en ese momento, donde conoce a Isabella Colbran, la que sería, en un futuro, su primera esposa. Los primeros trabajos como compositor fueron: una cantata, de 1808 (Il pianto d’armonia sulla morte d’Orfeo- El armonioso llanto sobre la muerte de Orfeo), por la que se le otorgó el primer premio del Liceo, y su primera ópera, de 1809 (Demetrio y Polibio), encargada por la familia Mombelli y que no se estrenó hasta 1812.

Pero la verdadera oportunidad le llegó en 1810. El Teatro San Mosè, de Venecia, necesitaba una ópera bufa para completar su temporada por incumplimiento de un compositor, que no había entregado su prometida ópera. Unos cantantes (la familia Morandi), amigos de sus padres, le ofrecieron la posibilidad de escribirla a Rossini y éste, aceptó inmediatamente. Así nació su segunda ópera (La cambiale di matrimonio- La letra de cambio matrimonial), que resultó un éxito completo, pues recordaba suficientemente a las obras de Cimarosa, para que el público admitiese, a cambio, ciertas libertades y una densidad orquestal, no conocida hasta entonces en el género.

Giovanni Simone Mayr
Transcurrió casi un año después de este éxito, hasta que Rossini, logró encontrar trabajo en el Teatro del Corso de Bolonia, como clavicembalista y compositor. Decir entonces clavicembalista, era tanto como indicar hoy Director Musical. A partir de 1811, volvió a componer, para satisfacer las peticiones del citado coliseo, del San Mosè de Venecia y del Comunale de Ferrara, con éxitos relativos. Este mismo año se presentó como director de orquesta, con “Las cuatro estaciones” de Haydn, en el Liceo Municipal de Bolonia. Dirigió también, la ópera “Ginebra de Escocia” y “Quinto Fabio” de Mayr y Domenico Puccini (abuelo del famoso compositor).

En 1812, le llegó una petición del más prestigioso teatro de Italia, en fuerte competencia con el San Carlo de Nápoles. Se trataba del Teatro alla Scala de Milán, en el que debutó con “La pietra del paragone (La piedra angular)”. Consiguió cincuenta y tres representaciones, todo un record, con una aceptación popular extraordinaria. Fue en el final de esta ópera, donde el público, escuchó, por primera vez, el crescendo rossiniano. El éxito alcanzado, fue el espaldarazo definitivo para Rossini, y le proporcionó inmediatamente, nuevos contratos para los teatros. Con esto, consiguió estrenar, un total de seis óperas, en este decisivo año de 1812. Como consecuencia de su éxito, el compositor fue eximido del servicio militar. Es importante, ya que, en las dos guerras que había abiertas entonces (Guerra de la Independencia y Campaña Rusa), se originaban grandes pérdidas humanas de entre los aproximadamente 90.000 reclutas de la península itálica.

El triunfo (1813/1814)
Aún habría que esperar hasta el 6 de febrero y el 22 de mayo, ambos de 1813, para que a Rossini le viniera la consagración definitiva con dos de sus obras (“Tancredi” y “L’italiana in Algeri- La italiana en Argel”), que le convirtieron, de la noche a la mañana, en el compositor más famoso de Italia y el más solicitado. Si grande fue el éxito de su anterior ópera milanesa, aún lo fue más en estas dos nuevas creaciones, una Seria y la otra Cómica, pudiéndose calificarse estos triunfos, como  apoteósicos, atronadores e inenarrables.

El compositor, tenía veintiún años entonces y consiguió difundir su ópera seria (Tancredi) por toda Europa. Contribuyó a ello, la riqueza de la melodía, expresada en su línea vocal por la contralto protagonista. Su famosa aria “Di tanti palpiti”, se convirtió en el primer éxito popular de Rossini y fue cantada por toda clase de gente, de un extremo al otro del viejo continente. Es famoso el hecho de un juez que tuvo que prohibir se cantara en su juzgado, harto de oírla a todos los que estaban esperando justicia. Lord Byron, ensalzó este fragmento en su “Don Juan” y Wagner, más de cincuenta años después, la citó en sus “Maestros cantores de Nuremberg”. Las huellas de Paër y Paisiello, están, innegablemente,  presentes en fragmentos de la partitura

Isabella y el Bey
(L'italiana in Algeri)
La otra gran ópera cómica (L’italiana in Algeri), se distinguió por los crescendi, las onomatopeyas, las páginas de melodía exquisita y cautivadora, y la instrumentación elegante. Hay también en ella, una importante vena satírica. Pero por encima de todo, se halla el ritmo, que parece anunciar, en algunas ocasiones, la inminente aparición de la locomotora y de las máquinas. Estos ritmos se repiten con intensidad creciente, hasta que, al final, estallan en un estruendo orquestal. Este sistema, no tenía precedentes, entonces. Con estas dos obras, el estilo rossiniano llegó a su primera madurez, con una chispeante orquestación, en la que intervenían los instrumentos de madera, aptos para dar color y variedad a la melodía.

Periodo Napolitano (1815/1822)
Domenico Barbaja
En 1815, el empresario Domenico Barbaja (que controlaba el Teatro San Carlo de Nápoles), le propuso a Rossini la firma de un contrato, con unas estupendas condiciones económicas, para componer dos óperas al año, e intentar revitalizar el género, que parece estaba en decadencia. Le ofreció, además, el cargo de director musical de dos teatros reales, de la ciudad: el San Carlo y el Del Fondo. Eso significó unos emolumentos para Rossini, de 200 ducados al mes, además de recibir, una parte del negocio del juego, que se hacía en el Teatro, y que ascendía a la importante cifra anual de 1000 ducados.

Interior Teatro San Carlo- Nápoles
En el pacto, se le concedía permiso al de Pesaro para trabajar en otras plazas. No sólo fue bien recibida la oferta por generosa, además le daba al músico oportunidad de aprovechar una de las pocas orquestas profesionales que había en Italia. Por aquel entonces, el Teatro San Carlo de Nápoles, era el más acreditado de todos, más,  incluso, que La Scala de Milán. Esto resultó importante, pues Rossini aspiraba a superar los límites en la composición de óperas. Esta relación comenzó el mismo año del acuerdo y acabó, en 1822, poco antes de que Rossini hiciera su primer viaje a Francia.

De la importancia de este periodo napolitano, da idea el conjunto de las diez óperas que se estrenaron allí: “Elisabetta Regina d’Inghilterra (Isabel, reina de Inglaterra)” “Mosè in Egiptto”, “Ermione”, “La donna del lago”, “Maometto secondo”, “Armida”, “Ricciardo e Zoraide” yZelmira”. A estas ocho, hay que añadir “La Gazzetta”, debutada en el teatro Dei Fiorentini y, “Otello”, en el teatro Del Fondo. Las obras revelan la adopción, por parte de Rossini, de una nueva estética típica de los primeros años del romanticismo. Muestran un mayor número de fragmentos dedicados al coro, un recitativo acompañado mucho más dramático, en el que, la orquesta, ejerce un papel fundamental. Rossini, abandonó, asimismo, las oberturas  de tipo tradicional para involucrar a su audiencia en el drama, desde el comienzo de la obra.

Giovanni Paisiello
Algunos compositores importantes de Nápoles, en particular, Zingarelli y Paisiello, intrigaron contra el éxito del joven músico, pero todo fue inútil, por el entusiasmo con que se recibió, por parte del público, la primera ópera fruto del acuerdo, “Elisabetta regina d'Inghilterra”, en la que la soprano Isabella Colbran, tuvo un papel importante. El argumento de esta ópera, anticipa el gusto gótico de las novelas de Walter Scott, que estarían de moda en el Romanticismo. Es también, la primera  ópera en la que Rossini escribió las ornamentaciones vocales, en vez de dejarlas a la imaginación de los cantantes.

Este delirio del público napolitano, se repitió, también, con “Otello”. Sobre esta ópera, hubo un desacuerdo entre el empresario y Rossini. Barbaja, estaba enfadado por los retrasos del compositor. Se quejó, por escrito, al administrador de los Teatros Reales. “Otello”, debía haberse estrenado el 10 de octubre de 1816. Fue pospuesta para el  4 de diciembre. Como el San Carlo, que había sufrido un incendio, no estaba, todavía, disponible, la puesta en escena se realizó en el pequeño Teatro del Fondo. La elección de Rossini, de un tema de Shakespeare, fue bastante al azar. Prensa y público,  recibieron con entusiasmo el trabajo.

Giovanni David
Pero hubo críticas a los versos y al tratamiento que dieron al autor inglés. Destaca, sobre manera, el tercer acto, de gran intensidad dramática. Rossini tuvo que escribir un final feliz (lieto fine), pues es a lo que estaban acostumbrados los napolitanos. La ópera se extendió rápidamente por toda Italia y mantuvo un lugar destacado en el repertorio, hasta que llegó la de Verdi.

En Nápoles, Rossini tenía que aprovechar a los distinguidos cantantes que Barbaja había contratado. Eran los tenores Giovanni David, Andrea Nozzari y Giuseppe Ciccimarra. Por eso, en “Otello”, hay tres papeles de tenor de primerísima fila, que son los personajes de Otello, Iago y Rodrigo. Las óperas de Rossini, comenzaron a circular por Europa, pero él siguió teniendo como centro a Nápoles y a Isabella Colbran, como prima donna, convertida, ahora, en su amante.

La Gazzetta”, fue una ópera de circunstancias, muy del gusto del siglo XVIII, estrenada en 1816, y que ya había sido musicalizada por muchos compositores. “Armida”, de 1817, es un drama a la antigua, que fue bien acogido, a raíz de su estreno, pero resulta una obra lenta y compleja. Rossini escribió una ópera de tema bíblico (Mosè in Egitto- Moisés en Egipto), debutada en la cuaresma de 1818. Gozó de bastante éxito aunque, el público la recibió con burlas y risas, pues la escenografía del estreno (sobre todo el paso del Mar Rojo), fue lamentable y ridícula. Por eso, en posteriores representaciones, Rossini introdujo en ese momento, las plegarias de Moisés (Dal tuo Stellato Soglio), que se convirtieron en uno de los éxitos más queridos y famosos, de todo el siglo XIX.

Nicolò Paganini
Sobre esta melodía, Nicolò Paganini, compuso sus arriesgadas variaciones para la cuerda de re. Rehecha, más tarde, en Paris (1827 -  Moïse et Pharaon), se mantuvo largos años en el repertorio europeo. Con óperas como, “Ricciardo e Zoraide”, también de 1818, el pesarés no sale favorecido. Destaca esta obra por haber sido compuesta con muchos fragmentos de óperas anteriores (auto-préstamos). En 1819 (otro de sus años con mayor producción), Rossini estrenó dos óperas en Nápoles, pero por la rapidez de los encargos y por tener una caída en la inspiración, surgieron obras como, “Ermione”, con un mosaico de piezas recuperadas de otras óperas. Sin embargo, el compositor, retomó la senda de la inspiración con “La donna del lago”, una de sus mejores obras románticas.

Maometto secondo” (1820), tuvo una mayor fortuna, al menos con la crítica. Sería rehecha en Paris, bajo el título de “L’assedio di Corinto”. Con “Zelmira” (1822), terminó Rossini su relación con el Teatro San Carlo. El compositor estaba fatigado de una vida tan agitada. En Nápoles, Rossini, había sentado las bases de su fortuna y Colbran, con su gran talento vocal y dramático, había contribuido al éxito de sus obras.

Domenico Barbaja
Domenico Barbaja (1778/1841), fue una figura importante en la carrera de Rossini. Era uno de los más diestros empresarios musicales y recibía el apodo de “Virrey de Nápoles”, por el poder que llegó a acumular. Astuto, audaz y ambicioso, era inteligente, muy sagaz, y con una actividad infatigable. Ejemplo clásico de hombre que se forja a sí mismo, pasó de camarero y empleado de una casa de juegos, a señor todopoderoso del negocio operístico. Tenía un instinto certero cuando enjuiciaba cualidades artísticas. Instigador de intrigas en el terreno comercial, fue, también, cantante.

Domenico Barbaja
Los teatros de ópera, a comienzos del siglo XIX, no eran templos de lo sublime, sino un punto de encuentro comercial, en el que se escuchaba música, se cerraban tratos, se leía y se conversaba, y existían, además, “otro tipo de entretenimientos privados”. A todo ello, se acompañaban los juegos de azar, con los que las cajas de los teatros, alcanzaban grandes sumas.

Barbaja, al igual que Rossini, era un “bon vivant” y un gourmet  y tuvieron los dos una relación muy estrecha. El empresario, se había instalado en Nápoles en 1808, y fue allí donde obtuvo la licencia para mantener una casa de juego. Al año siguiente tomó la dirección de los dos teatros Reales de Nápoles (San Carlo y el Fondo), a los que pronto añadió, el Dei Fiorentini y el Nuovo. Más tarde, tomó la gestión del  Teatro alla Scala y el de la Canobbiana, ambos en Milán. Por último, también se hizo cargo del de Ópera Italiana de Viena.

Isabella Colbran
Isabella Colbran
En sus años de estudiante en el Liceo de Bolonia, Rossini ya había conocido a Isabella Colbran (1785/1845), y la volvió a encontrar en Nápoles. Se había convertido en la soprano más famosa de toda la ciudad y para ella compuso Rossini diversas óperas. Fue una figura decisiva en la vida de Rossini (las otras dos serían Barbaja y Olympe Pélissier). Esta gran cantante española (nació en Madrid), había sido amante del empresario Barbaja, más tarde querida del Rey de Nápoles, y, luego primera esposa legal de Rossini. Estudió con Francisco Pareja y, más tarde, con el castrado Crescentini, con quien impostó su voz, aprendiendo el dominio de las agilidades y los secretos del canto expresivo. Su técnica vocal, dio lugar a un nuevo tipo de soprano, pues además de que poseía delicados matices en la expresión del canto, era, también, extraordinaria, en el declamado y la expresividad escénica. Después de una estancia en Paris, hizo su debut en La Scala de Milán y allí la contrató Barbaja para Nápoles.
Isabella Colbran

En lugar de trinos y acrobacias vocales, introdujo un arte más realista, que no sólo denotaba virtuosismo sino, también, hondo sentimiento. Rossini siempre tenía en el oído, la voz de su mujer, Isabella, cuando creaba los principales personajes femeninos. Sabía expresar muy bien en el palcoescénico, los caracteres de sus heroínas, tales como, generosidad, soledad, resignación…. Sin embargo, la Colbran, no se sentía cómoda en el campo de la ópera Bufa, ya que se inclinaba más a las situaciones trágicas.

Isabella Colbran
Cuando Isabella se retiró de la escena, quiso disfrutar de sus cuantiosas propiedades. Pero Rossini, viajaba continuamente y el matrimonio no pudo resistir esta prueba de separación. Apareció, entonces, Olimpia Pélissier y se terminaron de complicar las cosas. La ex cantante, tal vez añorando sus años de teatro, se consumía de ansiedad y gastó fortunas en las mesas de juego.

Años de afirmación (1815/1823)
Teatro alla Scala di Milano
En el contrato que Rossini firmó para Nápoles, existía una cláusula por la cual, se le permitía atender otras plazas. Rossini, en esta época de plena actividad, aprovechó para crear nuevas obras que se estrenarían en Roma, Milán y Venecia. En este periodo de afirmación, Rossini escribió diecinueve óperas, de las que diez, corresponden a su etapa napolitana ya desarrollada, quedando, por tanto, otras nueve por comentar.

Fueron estos años de furor compositivo, en los que el músico, tuvo que explotar a fondo su fogosa inventiva. 1817 y 1819 (con cuatro óperas por cada año), fueron los más productivos, y también, 1816 (con tres óperas). Al finalizar esta etapa, Rossini consiguió llegar a ser, el compositor más famoso de su tiempo, el ídolo de los teatros de Europa, la obsesión principal de sus imitadores y el punto de referencia de la ópera-comique francesa.

La primera de las óperas de este periodo, estrenada en Roma, en diciembre de 1815, fue “Torvaldo e Dorliska”, que tuvo un gran fracaso, aunque cuenta con páginas excelentes. En la siguiente, Rossini evocó el ayer rococó de sus óperas bufas, de elaborada ornamentación vocal e instrumental. Fue en 1816, en el Teatro Argentina de la ciudad eterna. Se estrenó (con fiasco y mucho éxito el día posterior), la obra que ha inmortalizado a Rossini en el mundo entero: “Il Barbiere di Siviglia”. A pesar de los esfuerzos del compositor por calmar los ánimos, partidarios de Paisiello (músico napolitano, autor de otro  Barbero, que fue famoso hasta entonces), crearon una perturbación en la primera noche y el debut se convirtió en un fiasco.
Figurín de Fígaro

En la segunda función, Rossini, se puso enfermo, por si acaso, y decidió no ir al teatro, aunque se lo exigía el contrato. La actuación fue un éxito sin precedentes. El elenco y el público, buscaron a Rossini en sus alojamientos, con velas encendidas y cantando melodías de la ópera. La obra, se extendió pronto por toda Italia y llegó a Londres el 10 de marzo de 1818 y a Nueva York al año siguiente. Es la única ópera de Rossini que ha mantenido su lugar en el repertorio de los teatros del mundo, desde su creación.

Cenerentola: Escena
Rossini, volvió, una vez más (la última), a reincidir en este estilo, con “La Cenerentola (La Cenicienta)”, debutada en el teatro Valle, de Roma, en 1817. Con el libreto, hubo problemas de censura. No  admitían que una mujer se descalzara en el escenario. El zapato del cuento, debió de ser sustituido por un brazalete. Ante  la premura de tiempo, el Cisne de Pesaro, aprovechó la Obertura de la reciente “La Gazzeta”. La ópera, sobrevivió, en su debut, a una primera noche muy ruidosa, la del 25 de enero.  Se hicieron veinte representaciones en aquella temporada, siendo la última a mediados de febrero. Se escuchó en toda Italia a finales del año y en Francia e Inglaterra dos años después. Es, sin duda, la obra de Rossini más famosa, después de “Il Barbiere

No olvidó Rossini, ni en “El Barbero” ni en la “Cenicienta”, las onomatopeyas, las situaciones absurdas y la expresiva y brillante orquestación. El compositor, no volvió a escribir más óperas bufas, a la manera italiana, pero sí lo hizo, a la francesa, con “Le comte Ory”. Este año de 1817, es uno de los más productivos para Rossini, pues estrenó, en Milán y Roma, otras dos óperas, “La gazza ladra (La urraca ladrona)” y “Adelaide di Borgogna”. La primera, una ópera semi-seria, debutó el 31 de mayo. Se representó rápidamente por toda Europa llegando a Inglaterra en 1821 y, seis años después, a América.

La gazza ladra”, es significativamente más larga que cualquiera de las óperas anteriores de Rossini. Tiene un final feliz, pero está llena de drama, que se refleja en la música. Fue muy bien acogida en el Teatro alla Scala de Milán. Los comentarios de crítica y público, resultaron extraordinarios. Pero se inició entonces, un preocupante declive de la Colbran que, parece, restringió la capacidad de componer de Rossini, aunque en las obras escritas para otros cantantes, tampoco estuvo muy afortunado. Respecto a “Adelaide di Borgogna”, estrenada en Roma, asimismo en 1817, la crítica apunta que es la peor ópera seria del Cisne de Pesaro.

Edoardo e Cristina”, de 1819, estrenada en Venecia, es un conjunto de arias de óperas anteriores. Nada nuevo aportó, “Bianca e Falliero”, del mismo año, debutada en Milán, con un éxito discreto. “Matilde di Shabran” (1821), es de un carácter mixto y gozó de cierta fama. “Adina”, estrenada en Lisboa en 1826, pero compuesta en 1818, es una ópera cómica menor.

Matrimonio Rossini-Colbran (Marzo 1822)
Colbran y Rossini
Isabella Colbran, empezó pronto a tener vínculos con Rossini. Prácticamente desde que éste apareció por Nápoles, para cumplir el contrato que había firmado (1815). Tras unos años de relación amorosa, el 16 de marzo de 1822, Gioachino e Isabella, decidieron regular su situación, contrayendo matrimonio en el pueblo de Castenasso, próximo a Bolonia (en una villa de la soprano).

Visita a Beethoven (Abril 1822)
Pocos días después de la celebración del matrimonio, la pareja se trasladó a Viena, para organizar una especie de festival Rossini (abril-julio 1822). El 13 de abril de 1822, se debutó en la plaza “Zelmira”, con el mismo elenco de Nápoles y fue un éxito, más bien, tibio en la primera noche, pero mejoró en los días siguientes. Dejaron Viena, el 22 de julio de 1822 y regresaron a Italia, a su villa de Castenaso. En su visita a la capital austriaca, tuvo lugar el bien documentado y aireado encuentro con el genio de Bonn. Rossini quedó impresionado por la mala situación económica y las condiciones modestas en que vivía el colega alemán, al que admiraba y respetaba.

Alegoría de Beethoven
Beethoven, sordo ya, le dijo: “La ópera seria, no es el punto fuerte de los italianos. Para componer un verdadero drama, les falta ciencia musical y ¿Cómo podrían adquirirla en Italia….? Sobre todo, escriba muchos Barbiere. No intente hacer más que óperas bufas; sería desafiar al destino, querer triunfar en el otro género”. En esto Beethoven, coincide con los gustos del público actual, que, aunque estima todas las obras de Rossini, prefiere las Cómicas a las Serias, y, en concreto, el “Barbero de Sevilla”, a todas las demás

Congreso de Viena (Octubre 1822)
Caricatura Congreso Verona
En el año 1822, tuvo lugar la continuación del Congreso de Viena, esta vez en Verona. La invitación del príncipe Metternich a Rossini, para "ayudar en general, al restablecimiento de la armonía”, era demasiado tentadora como para ser rechazada. El compositor realizó para el acontecimiento, varias cantatas y llegó, justo a tiempo para su inauguración, el 20 de octubre. Ahí se hizo amigo de Chateaubriand y Madame de Lieven.

Adiós a Italia (1823)
Los siete años que Isabella Colbran, llevaba cantando en Nápoles, hicieron mella en su voz, que ya había comenzado antes a  deteriorarse, confirmando, esa tendencia, más acusadamente, en este año de 1823. Pero eso no impidió que, ese mismo año,  estrenara la ópera “Semiramide”, en Venecia. Rossini consiguió disimular en la partitura, las faltas vocales de la Colbran. La obra es una vuelta a la vieja ópera Seria de estilo rococó. La ornamentación de la línea vocal es obsesiva, incluso, en los papeles secundarios. Extraordinario elogio al canto adornado y florido, supuso el adiós definitivo de Rossini a Italia.

Estadía en Londres (1823)
El puente de Londres
Tras una breve visita a Bolonia, Rossini, después de catorce años de trabajo ininterrumpido, cansado del intenso esfuerzo realizado, decidió buscar otros horizontes. Rico, casado, inestable, y por naturaleza epicúreo, se decidió a viajar. Ya había establecido contactos con personalidades de Londres y Paris y recaló, primero, en Francia. Llegó a la ciudad luz en noviembre de 1823 y fue acogido con entusiasmo. Iba acompañado de su nueva esposa, Isabella Colbran. La Academia parisina los recibió y todos le adularon. Luego se dirigieron a la ciudad del Támesis (finales de 1823). Había recibido una propuesta del director del Teatro del Rey, de la capital anglosajona.

 El Royal Ópera House Londres
En Inglaterra se les recibió generosamente, con una bienvenida triunfal, con infinidad de agasajos, incluida una presentación al rey Jorge IV (dicen que cantó a dúo con el Monarca) y el pago de 7000 libras, después de una estancia de siete meses (del 13 de diciembre de 1823 al 25 de julio de 1824). Esos fondos, constituyeron la base de su futura fortuna. El propio compositor, confesó que “había ganado más dinero allí, que en toda su carrera en su país”.

Dio conciertos, se dejó querer por la sociedad inglesa, bebieron té en las casas de moda, tocó el piano, y enseñó canto a las familias adineradas, quienes pagaron estas clases a precio de oro. Se comprometió a realizar una nueva ópera titulada “Ugo re d’Italia”, que nunca llegó a concretarse, y montó, con sus obras, una especie de festival. Esta fue la última actuación pública de la Colbran. En los próximos cinco años, residiría en Paris con su marido. Se fueron de allí a mitad del verano de 1824.

Primer periodo francés (1824/1830)
Théâtre-Italien, Paris
Gioachino Rossini, en el apogeo de su fama, llegó a París, la capital musical de Europa, con su primera esposa, Isabella Colbran. Al músico le precedía, una reputación de genio. Había sido nombrado, director escénico y musical del Théâtre-Italien, de la capital francesa, con un salario de 800 libras al año. En 1825, fijó su residencia en la ciudad luz. Esta dirección era compartida con el también músico, Ferdinando Paer y con la obligación de crear nuevas óperas o adaptar alguna de las estrenadas en Italia.

Teatro de la Ópera- Paris
En dicha dirección teatral, estuvo dos años, durante los que se convirtió en el árbitro artístico de aquella sociedad. Después le hicieron una tentadora oferta económica, por la que se transformó, de hecho, en director de la Ópera de Paris, además de darle dos cargos oficiales: Compositor del Rey e Inspector General de Canto en Francia (un puesto honorífico creado para él), empleos muy rentables económicamente, que perdería con la revolución de 1830.

Luigi Cherubini
Rossini siempre tuvo una querencia especial hacia el gran músico Cherubini, que, por aquel entonces, residía en Paris. Se dice que un día, Rossini estaba en un café y, al verlo pasar, el de Pesaro entonó un aria de las primeras óperas de Cherubini. Éste, entró, y muy sorprendido y contento, le preguntó a  Rossini cómo lo sabía. "La he oído en las calles, donde aún se canta", dijo Rossini. Cherubini se encariñó con el compositor por su espíritu alegre. Rossini, siempre tenía una bonita historia preparada para mantener el ánimo de su amigo. De hecho, el Cisne de Pesaro, era el gran favorito entre todos los compositores y músicos.

Honorato de Balzac
Por la capital del Sena, Rossini y el novelista, Honorato de Balzac, solían salir juntos a divertirse. Estando en Paris, Rossini contrajo la sífilis, que se manifestaría con toda su crudeza, años más tarde. Ya entonces, Rossini era un enamorado de la comida. Su pasión predominante era el estómago, no la música. De él es esta frase que lo confirma: "No sé de ninguna ocupación más admirable que comer". Tenía siempre reservado un sitio en los principales restaurantes. Cuando Rossini iba a comer, saludaba a todos los empleados (Camareros, Maître, Cocineros…). Realmente, Rossini, se había convertido, en la mediana edad, en un glotón. Era su refugio contra el estrés y la depresión.

Rossini en Paris
El periodo francés, resultará muchísimo menos prolífico (compuso de media una ópera al año, lo que hacen siete en total, pero sólo dos originales),  que el italiano (dos óperas y media al año, con un total de treinta y cuatro, en trece años). El compositor, firmó un contrato donde garantizaba que iba a escribir diez óperas nuevas, pero sufrió una perceptible disminución de su capacidad creativa, a pesar de que solo tenía treinta y tres años. Por eso, prefirió comenzar su época gala, con alguna ópera en italiano y, sobre todo, reelaboraciones, en francés, de obras ya estrenadas en Italia (“El Sitio de Corinto”- cuando se estrenó le comunicaron la muerte de su madre-,   sacada de “Maometto Secondo”, “Moisés y Faraón” conversión de “Moisés en Egipto”,  y “El Conde Ory” obtenida de “El Viaje a Reims”). El público francés, se dio cuenta enseguida de estas maniobras y exigió algo realmente nuevo. Rossini, comenzó, entonces, la composición de su obra mayor y la completó con mucho esfuerzo. 

Se trata  de una grandiosa ópera (por calidad, emoción y duración de más de cuatro horas), con el título de “Guillermo Tell” y texto en francés. Estrenada el 3 de agosto de 1829, marca una etapa de transición en la historia de la ópera, y es un ejemplo exquisito de la mejor música rossiniana, con una orquestación minuciosa y elaborada, con armonías bastante audaces para la época. Rossini, abordó, de nuevo, un tema noble, de nacionalismo y libertad, perteneciente al Romanticismo, en el que se combinaron elementos de estilo italiano y francés, abriendo el camino para la "gran ópera romántica”, un espectáculo lleno de efectos escénicos, ballets, masas corales y números de conjunto, todo ello con un regusto franco-italiano. De este nuevo género creado por Rossini, vivirían la ópera francesa y la italiana, durante toda la generación siguiente. La Obertura, constituye una pieza sinfónica de considerable envergadura. 

Caricatura Rossini
La obra ofrece grandes dificultades, no siendo la menor, la costumbre de cantar los agudos a plena voz. La vocalidad no está basada exclusivamente en lo ornamental, sino en lo expresivo. En esta ópera, las voces no deben forzarse y los agudos no están pensados para que el artista demuestre con ellos su fuerza y su potencia. Debe tener, eso sí, una elegante emisión con capacidad para la ornamentación, el legato y el fraseo. Esto es particularmente notable en el rol de tenor. Si se hace a plena voz, es virtualmente incantable. La vocalidad de pecho, falsea totalmente las intenciones de Rossini Desde el punto de vista formal, ésta es la obra más moderna y avanzada del músico.

Fin de carrera (1829)
El retrato más popular de
Gioachino Rossini
Con el debut de “Guillermo Tell”, Rossini, decidió retirarse de la composición de óperas. Tenía treinta y siete años. Había llegado a la cúspide de su carrera y, exactamente, a la mitad de su existencia. Aún le quedaban otros tantos años por vivir. Era una celebridad internacional. Sin embargo, dejó todo tipo de actividad operística, después de años de intensa labor de composición. Con ellos, además de la fama, logró alcanzar seguridad financiera. Respecto a las causas que originaron una decisión de esa naturaleza, sólo podemos imaginarlas:
  1.  Indolencia
  2.   Miedo al fracaso
  3.   Falta de necesidad por la riqueza acumulada
  4.  Su estilo lo distanciaba de las nuevas ideas estéticas
  5.  Agotamiento físico
  6.  Hastío de su trabajo
  7.  Precarias condiciones de salud
  8.  Cambios políticos y artísticos que no le satisficieron
  9.   No admitió el nuevo estilo romántico
  10.   Falta de inspiración
  11.  Cansancio por la composición de “Guillermo Tell
  12.  Sensación de que su época ya había pasado
De todas las teorías, hay tres que tienen más peso que las demás. El rechazo moral hacia la nueva estética del Romanticismo, que se avecinaba ya de un modo imparable. Su mal estado de salud. Y el estar convencido de que ya no tenía nada que decir. De todos modos, las razones por las que Rossini dejó de componer, no se centraron en una sola. Fue una serie de factores que afectaron todos un poco a su decisión de abandonar la carrera operística. En conclusión, la verdad podría estar en algo de cada una de ellas.

La pereza era la causa que esgrimía el compositor. Su temor al fiasco, queda revelado en estas palabras del propio Rossini: “Otro éxito en mi carrera, no añadiría nada, mientras que, un fracaso, podría perjudicar mi reputación. No tengo necesidad de uno, y no desearía el otro caso. Tengo suficiente dinero, como para permitirme descansar. He compuesto demasiado en Italia. No quiero hacerlo en francés y no puedo musicalizar  en alemán”. Sin embargo, aunque no volvió a componer óperas, continuó activo en el mundo musical, merced a sus relaciones. Fueron bastantes las composiciones que realizó (breves y no tan breves, religiosas o profanas). Y dedicó una atención especial a la Gastronomía, casi, su segunda profesión.

Esta es una anécdota, relatada por otro gran gastrónomo (Alexandre Dumas), referida a las causas del porqué dejó de componer el pesarés: De todos los festines y francachelas que hubo de embucharse en su vida trashumante, el compositor -banquetes mitológicos o reales ¡qué más da!- quizás “Una comida en casa de Rossini” (1849), relato de horror de Alexandre Dumas,  incluido en su obra Los mil y un fantasmas, fue el único convite que pudo ocasionarle al Cisne de Pesaro, una terrible indigestión. Dumas, en su libro, relata una conversación de sobremesa entre el gran novelista y el compositor. ¿Por qué no escribe ya música para la ópera? Rápido, ligero, Rossini respondió: “Creí haber dado una razón poderosa: La pereza”.

Tiempos difíciles (1831/1836)
Olimpia Pélissier
Rossini volvió a Italia, en 1831, donde tuvo problemas de salud (padecía una crisis nerviosa severa). Antes de dirigirse a su país y a través de su amistad con el banquero de origen español, Alejandro Aguado, aceptó la invitación de los Reyes de España, y acudió a Madrid, donde se le recibió calurosamente. Dirigió “El Barbero de Sevilla”, en presencia de Fernando VII y aceptó escribir un Stabat Mater, a petición del canónigo, Manuel Fernández Varela. Después se dirigió a Bolonia, donde tuvo nuevos problemas de salud.

Regreso, enfermo, a Paris, en 1832, siendo atendido por Olimpia Pélissier (la Colbran estaba en Bolonia). La sífilis (contraída en su primera estancia es Paris), se manifestó en el compositor. Estaba mal de salud física y mental con, uretritis y gonorrea, que se habían convertido en  crónicas, lo que le provocaba muchos dolores. Era la consecuencia de “muchas noches en los brazos de Venus”, como uno de sus amigos explicó. Su estado, obligaba a cateterismos frecuentes y a otros tratamientos rigurosos y debilitantes. No había antibióticos en aquellos días.

Gioachino Rossini
Consiguió reponerse y pasó largas temporadas entre París y Bolonia, visitando también Viena y Londres, para presenciar la ejecución de sus óperas, siempre ya acompañado por su fiel compañera Olympia, a la que había convertido en amante. Parecía difícil para él establecerse definitivamente en algún lugar, tal vez debido a los desórdenes político-militares que ocurrían en Europa y que intranquilizaban a todos.

Olimpia Pélissier
Olympe Pélissier
Olympe Pélissier (1799/1878), nació en París en el seno de una familia muy pobre. Fue una figura notable en la sociedad de su tiempo, admirada por muchos. Se introdujo, de muy joven, en ese ambiente. Tuvo por amante al pintor Horace Vernet (para el que posó desnuda como  Judith) y, asimismo, mantuvo relaciones con los escritores, Eugenio Sue y Honoré de Balzac. Cuando ella abandonó a Balzac, lo dejó lleno de resentimiento. Pocos años después, la definiría como "una mala cortesana". Comenzó su relación con Sue en 1831. Pélissier lo traicionó y su unión resultó un cúmulo de frecuentes peleas y fuertes pasiones. El amor entre los dos terminó, cuando conoció a Gioacchino Rossini en 1832.

Olympe Pélissier
Cortejada también por Vincenzo Bellini, la cortesana comprendió que, por la diferencia de edad, era un amor imposible. Rossini resultó el compañero perfecto. Olimpia, comenzó pronto a cocinar para Rossini y a manejar sus asuntos de negocios. La pareja vivió en Paris y luego fueron a Bolonia, donde conoció a la primera esposa de Rossini, Isabella Colbran. Curiosamente, las dos mujeres se llevaron bien, pero su relación no duró mucho. En 1845, murió Isabella y once meses después (16 de agosto de 1846), Olimpia y Rossini se casaron en la capilla de la villa del Marqués de Banzi, donde estaban pasando el verano (Hoy es la sede de la Escuela de San José). Olimpia, de carácter afectuoso y servicial, cuidó de Rossini admirablemente. Cuando Rossini murió, ella, que nunca lo abandonó durante su agonía, aceptó que sus restos fueron trasladados a la iglesia de la Santa Croce en Florencia.

Años terribles (1837/1854)
Después de haber conseguido, en 1836, el reconocimiento de una pensión vitalicia, otorgada a Rossini por el Gobierno Francés, el  músico decidió regresar a Italia, a su residencia de Bolonia, donde se ubicó hasta 1848. Su madre había muerto en 1827, y estaba ansioso por estar con su padre. Este largo periodo, que termina en 1855 (definitivo retorno a Francia), cuenta como los años más críticos de su presencia en este mundo. Son muchos los factores que se combinaron. Vamos a intentar resumirlos:

A.      Empezó con un crispado ambiente político en Francia
B.      Se le destituye de todos sus cargos públicos franceses (1830)
C.     El músico ejerció una larga querella contra el Estado francés
D.     Consigue una pensión vitalicia en compensación (1836)
E.      Sus óperas, perdieron estimación
F.      Se produjo la ruptura matrimonial con Isabella Colbran (1837)
G.     Aumentaron sus dolencias físicas y mentales
H.     El Cisne, empeoró, gravemente
I.        La existencia de Rossini se convirtió en un infierno
J.       Los tratamientos curativos eran insoportables
K.      Rossini vivió en estados depresivos, con graves crisis nerviosas
L.       Padeció neurastenia (trastorno psicosomático).
M.     Se temió, seriamente, por la salud mental del músico

Separación (1837)
Isabella Colbran

Poco tiempo después del estreno de “Guillermo Tell (1829)”, Isabella Colbran, ya retirada de los escenarios, regresó a Bolonia desde Paris (6 de setiembre de 1829), acompañada de Rossini, para luego regresar él solo a Francia. La razón de este abandono, parece haber sido la dependencia a los naipes adquirida por la diva. Según manifestó el compositor, en la ciudad luz "Se dio al juego y al gasto imprudente. Sus ingresos no eran suficientes y las deudas contraídas fueron muchas”. Rossini se quedó unos días en Bolonia, bajo los cuidados de su anciano padre y regresó a Paris en 1830, dejando sola a su esposa. Era un hombre eminentemente práctico, y se dio cuenta de que la decadencia de su mujer, iba unida a un aumento de su afición a jugar a cartas.




Rossini
El juego suponía, cada vez, mayores pérdidas, por lo que Rossini, finalmente, confinó a su esposa en Castenaso, y controló rigurosamente sus gastos, para evitar que volviera a las andas con el naipe. La infeliz Colbran se vio así reducida a una vida de estrecheces y soledades. Esta situación se prolongó hasta que, en noviembre de 1837, acordaron separarse legalmente. Siempre se trataron con respeto y amistad y, según los biógrafos, siete semanas antes de la muerte, Rossini fue con Olimpia a Castenaso y tuvieron una larga conversación entre Isabella y Rossini. La que había sido extraordinaria cantante, murió en su villa, en el año 1844. Un año después, Olympe Pélissier, pasó a ser la segunda esposa legal del compositor. Los dos llevaban conviviendo juntos, trece años.

Bolonia (1837/1848)
Rossini y Olympe, se instalaron en Bolonia, después de su regreso de Francia. El músico, se iba convirtiendo en un depresivo con manías obsesivas. Se incrementó la virulencia de la sífilis, la cual hizo que la existencia de Rossini, fuera un verdadero tormento. Los dolores eran, cada vez más insoportables. Los tratamientos, dolorosísimos. Como consecuencia, Rossini padeció graves crisis nerviosas y depresivas, que se incrementaron por su carácter hipocondríaco, agudizando su nerviosismo e insomnio, hasta el punto de convertirse en un neurasténico. Llegó a temerse, muy seriamente, por su salud mental.
En 1839 murió su padre que le afectó muchísimo, ocasionándole un fuerte estado depresivo. Siguió enfermo largo tiempo, con estos mismos síntomas. En 1840 fue nombrado miembro de honor del Liceo de Bolonia, del que asumió, más tarde, la dirección sin emolumentos. Terminó su “Stabat Mater”, que se ejecutó, primero en Paris, en 1842 y, más tarde, en el mismo año, en Bolonia (dirigido por Donizetti). El éxito de la obra pudo compararse con sus logros en la ópera. Rossini, realizó en la ciudad de Bolonia, un gran número de obras benéficas e iniciativas musicales. Combatió su difícil situación con su gusto por la Gastronomía. Persona conservadora, que deseaba vivir tranquilo, los acontecimientos revolucionarios ocurridos en la ciudad, en 1848, por los que un grupo de ciudadanos, poco amigos del compositor, le reprocharon ser amigo de los austriacos, le disgustaron tanto, que tomó la decisión de abandonar la ciudad. Los Rossini, se mudaron a Florencia.

Florencia (1849/1855)
Batalla de Novara
Revolución italiana de 1848
De aquellos días, Rossini, desarrolló una fobia a Bolonia, al recordar "los tiempos de barbarie y asesinatos". Estos años horribles, en medio de depresiones, le incapacitaron para actos tan simples como asearse y vestirse. No obstante, procuraba mantenerse ocupado, con una de sus mayores aficiones: la gastronomía. Afortunadamente, nunca acabó de abandonarle su carácter vitalista, con el que sabía sacarle sustancia a la vida.

El martirio pudo, al fin, terminar. En 1855, llegaron noticias de Paris, de que existía un novedoso tratamiento contra la sífilis. Olympia, no dudó un momento en llevar a su esposo a Francia, el 25 de abril del año citado, acompañados de dos fieles sirvientes, que no les abandonaron nunca.

Se le sometió al nuevo método curativo. La aplicación resultó muy exitosa. Y desapareció la sífilis. Mejoró tanto su salud, que se acrecentaron sus ganas de componer. Recuperó su habitual porte, su mordacidad y su sentido del humor.

Nueva residencia (1856/1868)
Calle de Chaussée d'Antin 
Después de la curación, comienza una etapa de felicidad, sustentada en la paz, el sosiego, la tranquilidad y la seguridad de ser estimado por el pueblo parisino, todo ello unido al maternal amor de su esposa. Se decidió a ubicarse definitivamente en Paris, ya que, sus padres habían muerto y su nueva esposa, menos exigente que la anterior, era francesa. Él no tenía problemas ya que se había convertido en un hombre rico cuya jubilación estaba asegurada.

Dibujo con autógrafo
Rossini dio paso a la dulzura de la vida. Se establecieron en un lujoso piso en el centro de la ciudad (Chaussée d’Antin), con tres ventanas a la calle Chaussée y otras tantas al Boulevard des Italiens, e hicieron construir una villa en Passy, en la campiña francesa, terminada en la primavera de 1859. El carácter divertido y jovial del compositor, volvió a hacer su aparición, después de los años horribles ya pasados. Comenzaron a organizar soirée, en las que brilló Rossini, como anfitrión, cocinero, tertuliano e intérprete pianístico, convirtiendo su casa en un centro artístico de primer orden.

Alejandro Dumas, padre
Son las famosas cenas de los sábados a las que asistía lo más destacado de la sociedad de entonces. Quién no acudía a ellas, no era nadie. Por la casa pasaron personalidades de todo tipo: pianistas, como Liszt, Anton Rubinstein, o Sigismundo Talbert; cantantes, como Emilia Frezzolini, Italo Gardoni, Mario de Candia, o Gilbert Louis Duprez; chelistas, como Carlo Casella o Gaetano Braga; escritores, como Alexandre Dumas padre; pintores, como Gustavo Doré o Eugène Delacroix; escultores, como Giovanni Dupré; bailarinas, como la Tagioni; músicos, como Gounod, Meyerbeer, Auber, Saint-Saëns, Weber, Verdio o Boito; aristócratas, como Poniatowski (príncipe ruso), El Barón Rothschild, o el Barón Haussmann (arquitecto del nuevo Paris); gastrónomos, como Brillat Savarin; además de Ricordi (su editor) y Carafa

Allí se interpretaron las últimas composiciones del maestro. Eran piezas breves, denominadas con el título genérico de “Pecados de vejez”. En 1863, terminó su última gran obra: “Pequeña misa solemne”, para dos pianos, armonio y cuatro solistas vocales, acompañados de un coro de ocho voces. Incluye, curiosamente, una carta de Rossini a Dios, en la que se excusa por el carácter operístico de su música. En sus ágapes sabatinos, Rosini fue capaz de mezclar cultura con gastronomía, al más alto nivel. Los periódicos de la época, relataban las reuniones con mucho detalle

Último Adiós (1868)
Caricatura Wagner
Durante su vida, Rossini recibió las condecoraciones más importantes de Francia (gran oficial de la Legión de Honor, recibida el 7 de agosto de 1829) e Italia y un gran reconocimiento por parte de sus colegas de profesión. En marzo de 1860, se entrevistó con Richard Wagner, quien declaró que “de todos los compositores que había conocido en París, el único verdaderamente grande era Rossini, a quien veía muy serio y sencillo, pero mal comprendido por el público”. Rossini sobrevivió a muchos de sus sucesores en el “trono de la ópera italiana” (sobre todo a Vincenzo Bellini y Gaetano Donizetti), conoció los éxitos de Verdi y vio como crecían en número, los partidarios de Wagner.

Muerte de Rossini
En sus últimos años de existencia, la salud de Rossini, empezó a quebrantarse, al detectarle fístulas cancerígenas. Fue operado dos veces y en una de ellas, no soportó la intervención. Murió a los setenta y seis años, en su villa de Passy, a las once y cuarto de la noche, del viernes 13 de noviembre de 1868. La noticia de su muerte, se difundió con rapidez. El gobierno francés le dio un gran funeral, en la iglesia de La Trinidad, al que asistieron los mejores cantantes de la época. En el sepelio, se acumuló una ingente multitud para acompañarle en su última senda.

Tumba de Rossini
en Florencia
Se le enterró, de forma provisional, en el mausoleo familiar de conde Pepoli, en el cementerio parisino de Père Lachaise. El 22 de diciembre de 1869, sus restos fueron trasportados a una nueva tumba, con su nombre en letras doradas, en el que, ahora, está enterrada Olympe.  En su testamento, dejó todos sus bienes a su esposa Olympe, hasta que ella muriese (1878), en cuyo momento pasarían a la ciudad de Pesaro. En 1887, el cuerpo del compositor, se trasladó a la Iglesia de la Santa Croce florentina, donde reposa actualmente, junto a otros grandes hombres italianos, Galileo, Miguel Ángel, Cherubini o Alfieri.

PERSONALIDAD
Gioachino Rossini, además de ser un gran compositor de óperas, agregó su nombre a la historia por su mordaz sentido del humor y unas grandes ganas de sacarle gusto a la vida, gozándola lo más posible con todos los sentidos, pues tenía como fin supremo de la existencia, el placer, ya fuera en comida, bebida, amor, diversión o deleite. Es una manera positivista, hasta el extremo, de concebir nuestro pase por este mundo. Tratemos en lo que podamos de perfilar un poco más su caracterología.

Aspecto
Un joven Rossini
Rossini, era un hombre robusto. De su primera estancia en Paris (1827), existe la siguiente descripción de su apariencia: “Su rostro mostraba una expresión noble y agradable. Su mirada sutil, penetrante y rápida. Su sonrisa, incisiva, amable, benevolente y cáustica, al mismo tiempo. La línea clara de su nariz aguileña, la frente amplia y prominente, su cabello prematuramente en retroceso, el óvalo de su rostro, incluso encerrado en negras patillas, todo formaba una especie de belleza viril y fascinante. Tenía unas manos hermosas y las mostraba, coquetamente, a través de su brazalete. Se vestía de una manera sencilla, más adecuada que elegante. Si los mayores lo apodaron "el señor Crescendo", los jóvenes, demostraban por él una gran admiración”. París era, entonces, el centro del mundo y Rossini lo sabía.

Carácter
Manuscrito de Rossini
En 1992, la Fundación Rossini de Pesaro, publicó el epistolario completo del compositor. A través del análisis de esas cartas, los expertos pudieron   destacar en el músico ciertas particularidades de carácter y de otros aspectos relacionados, las cuales intento resumir aquí, sumándolas a otras peculiaridades recogidas de distintas fuentes (indico en negrita las del análisis epistolar):

1.   Sensual, amante de la vida y propenso a fuertes depresiones
2.   En su grave enfermedad nerviosa, se percibe la locura
3.   Era un hipocondríaco, con un miedo patológico a la muerte
4.   Con problemas para comer y dormir
5.   Padecía del oído, por sus afecciones nerviosas
6.   En la correspondencia de Rossini, no aparece ninguna carta de amor
7.   En el epistolario, no hay la más mínima emoción personal
8.   Las cartas a sus padres, son frías a pesar de que los adoraba
9.   Las cartas dirigidas a Olimpia, destacan por su elegancia
10.Hay en ellas muchas noticias sobe sus manías de vejez
11. Poseía una personalidad extrovertida
12. De talante alegre y confiado
13. Estaba orgulloso de sí mismo
14. Era ingenioso y cáustico
15.Tenía grandes apetitos gastronómicos y sexuales.
16. Disfrutaba de la vida, aprovechándola al máximo.

Reloj con la figura de Rossini
Cuando componía, Rossini reflejaba en su chispeante música, su forma de ser. Pero su estado emocional se resentía ante cualquier dificultad y le costaba reponerse. Era habitual en él, sufrir cambios repentinos de humor: pasaba rápido de la alegría y la euforia a la tristeza y la depresión. No le gustaban las críticas, las recibía con mucho enfado e influían después en su forma de actuar.

Partitura autógrafa
A los treinta años, ya casado, empezó a demostrar inestabilidad en el  carácter. El fallecimiento de su madre, lo llevó, casi, a la desesperación. En los años horribles de su enfermedad sifilítica, padeció periodos alternos de gran depresión por diversos motivos (muerte de su padre, tratamientos dolorosos, dolencias propias de la enfermedad), que intentaba superar gracias a los amorosos cuidados de Olympia y dedicándose a su afición favorita (la gastronomía). En su última etapa parisina, todos afirman que Rossini era un hombre perezoso, amante de las mujeres, y un muy buen cocinero. En sus famosas cenas de los sábados, se divertía bromeando y jugando una mala pasada a sus amigos. Era un gran humorista, y sus agudezas son legión.  

Relaciones Mundanas
El Rossini maduro
Una vez curado, con un tratamiento novedoso contra la sífilis, se estableció en Paris y se produjo en Rossini una mayor estabilidad de  carácter. Restituyó su proverbial alegría, la buena acogida que le hicieron los franceses. Esto le dio seguridad y confianza en sí mismo, volviéndose más tolerante. Pasó de ser un hombre prudente, a permitirse brillar en sociedad, con unas pocas expresiones y ocurrencias inteligentes. Tuvo habilidad para granjearse el respeto de los artistas e intelectuales de la época. Rossini, en la última etapa francesa, se convirtió, aún más, en un gran personaje, viviendo los momentos más felices de su vida, en el último periodo de su existencia.

Pensamiento
Un Rossini
casi desconocido
El músico de Pésaro, fue un conservador impenitente. Desaprobaba los cambios, aunque, a excepción de uno: la liberación de Italia frente a la ocupación extranjera. Amaba lo que tenía y se sentía satisfecho con su calidad de vida. Nunca anheló cambiar. Ni siquiera en lo referente a los empresarios. Aceptó a Domenico Barbaja, y con él se quedó siete años. Sólo rompieron su relación cuando Rossini decidió casarse con la Colbran, que había sido amante de Barbaja, durante mucho tiempo.

Fotografía
Las innovaciones técnicas que fueron apareciendo en Italia y en el mundo, siempre las aborreció. Puede citarse el caso del ferrocarril. Nunca quiso subirse a un tren: él amaba las carrozas y no quería cambiarlas. Hasta tomó una cuando emigró a Francia por última vez. Se fue con Olympia, prefiriendo realizar un viaje de varios días, en pequeñas etapas, antes de recurrir al ferrocarril. En su mansión de Passy, en Francia, nunca quiso cambiar el tipo de iluminación de la casa para adoptar otro más moderno, acorde con el avance tecnológico de aquel tiempo. Siempre rechazó todos los sistemas que incluían un cambio novedoso, aunque fuera mejor. Rossini aborrecía el modernismo. Era un burgués en el mejor sentido de esta palabra.

Ideas Políticas

Curiosa fotografía
de Verdi y Rossini
Fue muy criticado y censurado, por ser apolítico. Se le consideraba el típico artista de la restauración, una época clasificada como reaccionaria, pues trataba de volver al antiguo statu quo, de la era napoleónica. Los claros mensajes en sus óperas contra la opresión, como los que aparecen en “Moisés en Egipto o “Guillermo Tell”, son, más bien, excepciones, dentro de la obra del compositor. Las ideas patrióticas y antiautoritarias, solo existen de forma latente. Más que una convicción del músico pesares,  es una de las tradiciones dominantes en el teatro, en aquellos momentos. Sin embargo, a la vista del aria heroica de Isabella (pensa alla patria), de “L’italiana in Algeri”, se comprende que estaba por la unificación del Estado Italiano y ahí sí que tenía ideas muy arraigadas.

En la mesa
Gustó, desde siempre, de la buena mesa: se dice que podía comer veinte filetes en un día. La disfrutó, principalmente, en sus años parisinos: este último periodo de su vida, fue cuando más se acentuó su amor y gusto por la gastronomía. Disfrutó todos los placeres mundanos, desde comida, bebida y tabaco, hasta mujeres (con un éxito nada despreciable entre ellas). Su vida estaba llena de trufas, aceitunas, foie gras, mantequilla, carne, pasta, macarrones, huevos, carne estofada, manitas de cerdo y riñones y, también, de quesos y salchichones, que le volvían loco.

Tournedó Rossini
Su despensa estaba llena de esos manjares y, asimismo, panetones, y jamón español. En vinos no se andaba a la zaga: cavas, vino de Burdeos, vino blanco, Madeira y Oporto. Le encantaba el pavo relleno con trufas. Las biografías de Rossini, abundan en hechos reales y leyendas, la mitad de las cuales, son gastronómicas. Tenía un paladar exquisito, que se le desarrolló desde muy chico. Solía decir que “nadie podía cocinar el arroz y los macarrones mejor que él”. Es fama que, de niño, hacía de monaguillo para beber el vino de consagrar.

Rossini y Meyerbeer
Ahí va una anécdota de su ironía culinaria. Una vez, un compositor le envió el manuscrito de su última composición, acompañado de un queso Stilton, al que sabía que Rossini era muy aficionado. Esperaba una carta comentando su trabajo. La carta llegó, pero lo único que ponía era: "Gracias, me gusta mucho este queso". Con mucha sorna, indicaba: “que él nunca podría estar de acuerdo con Meyerbeer, porque le gustaba el chucrut más que los macarrones”.

Pereza
Uno de los rasgos más conocidos de la personalidad de Rossini, fue su holgazanería. Se cuentan innumerables historias sobre el particular. Sin embargo, yo siempre razono con lo mismo: esta faceta no se demuestra en su profesión, por lo mucho que compuso y en poco tiempo. Sí parece que ya, desde chico, era un haragán para todas las cosas que no le interesaban. Escribir música, sí le gustaba. Son famosos sus incumplimientos con los empresarios. Parece que su ópera más famosa (Il Barbiere di Siviglia), la compuso en un tiempo record, porque, como de costumbre, se le pasó la fecha de entrega.

Trabajaba en su dormitorio, en bata. Un amigo, le dijo que era curioso que hubiera compuesto “El barbero”, sin afeitarse. Rossini, respondió rápidamente,  “que si se hubiese afeitado, habría tenido que salir de casa, y, por lo tanto, nunca se habría completado la ópera”. Era muy perezoso para trabajar. Rossini, explicaba así como se enfrentaba a las Oberturas para sus óperas: “Espero hasta la noche anterior al estreno. No preparo nada, salvo la presencia de un copista para cuando termino”. Y el compositor de Pesaro, nos sigue diciendo: “Escribí la obertura de la Gazza Ladra, el día antes del estreno, en el techo del Teatro alla Scala, donde había sido encarcelado por el director, y custodiado por cuatro tramoyistas”. Sigue Rossini, demostrando su pereza: “Para el Barbiere, me fue mejor: ni siquiera tuve necesidad de componer una obertura, la saque de “Elisabetta” y al parecer, el público quedó muy contento”.

Espíritu burlón
El compositor, dotado de un humor socarrón, dice, en una de sus cartas: "Después de hacer nada, no conozco ocupación más agradable que comer, comer bien, quiero decir. El apetito es para el estómago, lo que el amor es para el corazón. El estómago es el director del coro, que dirige y opera una gran orquesta de pasiones. Un estómago vacío, es el fagot o la flauta,  en la que el descontento se queja o grita la envidia. Por el contrario, el estómago lleno, es el triángulo del placer o de los címbalos de júbilo. En cuanto al amor, yo considero esto, como la diva que canta en la Cavatina cerebro, que intoxica el oído y secuestra el corazón.  Comer y amar, cantar y digerir: éstos son los cuatro actos de esta ópera bufa que llamamos vida, y desaparece como la espuma de una botella de champán. Quién la dejó escapar sin haberlo disfrutado, es un loco".


Hasta donde llegaba su festiva forma de ser, que, se dice, componía melodías de cumpleaños para su perro. De su ironía, dan cuenta estas palabras, que se le atribuyen: "Dame una lista de lavandería y le pondré música". Cuando se le criticaba por su estilo de vida, respondía que “no se debe esperar mucho más de un hombre nacido en un día bisiesto”.



Relación de Óperas
Para aquellos que tengan curiosidad, he confeccionado un cuadro en el que se reflejan todas las Óperas del compositor, con los datos del año de estreno, lugar, género, número de orden cronológico y la vocalidad de los protagonistas.


ÓPERAS DE ROSSINI CLASICADAS POR SU ESTRENO EN LOS TEATROS
NOMBRE DE LA ÓPERA
Clase
Estreno
Lugar
Estreno
TEATRO
Protagonista
Mascul.
Mujer
3
L’equivoco Strava.
SS
1811
BOLONIA
Corso
C
CS
5
Ciro in Babilonia
SE
1812
FERRARA
Comunale
CM

25
Adina
SS
1826
LISBOA
San Carlos
C
SS
7
La pietra del paragone
CO
1812
MILAN
Alla Scala
C
CS
13
Il turco in Italia
CO
1814
MILAN
Alla Scala
C
SC
12
Aureliano in Palmira
SE
1813
MILAN
Alla Scala
CM

30
Bianca e Falliero
SE
1819
MILAN
Alla Scala
CM
SS
21
La gazza ladra
SS
1817
MILAN
Alla Scala
C
SS
18
La Gazzetta
CO
1816
NAPOLES
Fiorentini
C
SC
19
Otello
SE
1816
NAPOLES
Fondo
BT
SCO
15
Elisabetta R. d’Ingh.
SE
1815
NAPOLES
San Carlo
C
SCO
22
Armida
SE
1817
NAPOLES
San Carlo
C
SCO
24
Mosè in Egitto
SE
1818
NAPOLES
San Carlo
N
SCO
26
Ricciardo e Zoraide
SE
1818
NAPOLES
San Carlo
C
SCO
27
Ermione
SE
1819
NAPOLES
San Carlo
C
SCO
29
La donna del lago
SE
1819
NAPOLES
San Carlo
BT
SCO
31
Maometto secondo
SE
1820
NAPOLES
San Carlo
N
SCO
33
Zelmira
SE
1822
NAPOLES
San Carlo
C
SCO
35
Il viaggio a Reims
CO
1825
PARIS
Italiens
C
SC
38
Le comte Ory
CO
1828
PARIS
Ac. R. M.
C
SC
41
Robert Bruce
PT
1846
PARIS
Ac. R. M.
N
SS
36
Le siège de Corinthe
SE
1826
PARIS
Ac. R. M.
BT
SS
37
Moïse et Pharaon
SE
1827
PARIS
Ac. R. M..
BT
SS
39
Guillaume Tell
SE
1829
PARIS
Ac. R. M..
BT
SS
40
Ivanhoè
PT
1826
PARIS
L’Odeon
C
SS
32
Matilde di Shabran
SS
1821
ROMA
Apollo
CM
SC
17
Il Barbiere di Siviglia
CO
1816
ROMA
Argentina
BC y  C
MC
23
Adelaide di Borgogna
SE
1817
ROMA
Argentina
C
SS
20
La Cenerentola
CO
1817
ROMA
Valle
C
MC
1
Demetrio e Polibio
SE
1812
ROMA
Valle
C y N

16
Torvaldo e Dorliska
SS
1815
ROMA
Valle
BT
SS
10
Tancredi
SE
1813
VENECIA
Fenice
CM
SS
14
Sigismundo
SE
1814
VENECIA
Fenice
CM

34
Semiramide
SE
1823
VENECIA
Fenice
CM
SCO
11
L’italiana in Algeri
CO
1813
VENECIA
Benedetto
C
CC
28
Edoardo e Cristina
SE
1819
VENECIA
Benedetto
C
SS
2
La Cambiale. di matrimonio
CO
1810
VENECIA
San Moisè
C
SC
8
L’occasione fa il ladro
CO
1812
VENECIA
San Moisè
C
SC
6
La Scala di seta
CO
1812
VENECIA
San Moisè
C
SC
9
Il Signor Bruschino
CO
1813
VENECIA
San Moisè
C
SC
4
L’inganno felice
SS
1812
VENECIA
San Moisè
C
SS

Las claves para interpretar la tabla se encuentran en el cuadro que sigue:

LEYENDA
CLAVES
Clase
Óperas
Cómicas
CO
Serias
SE
Semi-Serias
SS
Pastiches
PT
LEYENDA
Protagonista
Sopranos
Seria
SS
Cómica
SC
Colbran
SCO
Mezzosopranos
Seria
MS
Cómica
MC
Contraltos
Seria
CS
Cómica
CC
Músico
CM
Tenores
Baritenor
BT
Contraltino
C
Barítono Cantante
BC
Bajo
Noble
N
Bufo
B

Gioachino Rossini, compuso cuarenta y una óperas, para las que creó,  doscientos nueve personajes, a los que dio, en mayor número, una vocalización de Bajos Nobles (40) y Tenores Contraltinos (38). El estreno de sus cuarenta y una óperas, se llevó a cabo en Nápoles y Venecia, (ambas con 10 óperas), Paris (7), Roma (6), Milán (5) y Bolonia, Ferrrara y Lisboa (con una ópera c/u).

Final
Gioachino Rossini, compositor e italiano, tiene muchos méritos musicales. Supo hacer brillar a la orquesta, con vivos colores, basados en el ritmo. Sus famosos "crescendi rossinianos”, impactaron al público de aquella época y todavía hoy, nos siguen sorprendiendo. Ajustó el Belcanto a los sentimientos. Y también tiene valores culinarios, pues era un especialista gastronómico que nos legó platos universales. Pero para mí, en vez de todos esos merecimientos, que están muy bien, utilizo a Rossini (que él me perdone), como terapia, si, como Terapia Musical. Cada vez que anímicamente tengo un mal día, enciendo mi reproductor, elijo una de sus óperas cómicas, y consigo relajarme. Al rato estoy mucho mejor. Soy otro. En definitiva, sus óperas me dan “alegría de vivir”.

Bibliografía: “Más allá de Il Barbiere” de Antonio Domínguez Luque, “Rossini” de Fernando Fraga, “Rossini” de Roger Alier, “Vida de Rossini” de Stendhal, Otras publicaciones varias y Diversas páginas de Internet