lunes, 18 de julio de 2011

RECAMBIOS Y SUSTITUCIONES

No es pequeño el problema de los Teatros  de Ópera, para gestionar una temporada estable: deben cuadrar los presupuestos establecidos- derivados de los ingresos monetarios- con los honorarios de los cantantes y el coste de las producciones y la administración. Se hace aún más difícil en tiempos de crisis

Teatro Real- Madrid
A partir de ahora, será una tarea de titanes, administrar los recursos disminuidos, sin que se perjudique la calidad artística. Suponemos que en los Grandes Teatros del país (Real, Maestranza, Palau de les Arts e incluso Liceu), resultará algo más fácil que en los llamados Teatros de Provincia. A estos últimos, les toca arreglarse con medios más modestos. Pero la situación se agrava más todavía,  cuando los cantantes contratados para la temporada, se indisponen por cualquier circunstancia.

Cubrir puestos en coyunturas de última hora, no es nada fácil. Por eso, los Grandes, en previsión de que ocurra, acuerdan condiciones con un segundo profesional. Él o Ella, serán los encargados de interpretar la obra, sólo en el caso de que suceda alguna contingencia, y haya que hacer la sustitución. Muchos teatros aprovechan la estancia de cantantes de esta segunda línea en las ciudades, para montar otras funciones, generalmente, a precios más económicos.

Esto, lógicamente, no puede resultar barato. En principio, no lo veo factible para los Pequeños. Pero, si no puede hacerse el recambio, la única solución que les queda, es devolver el dinero de las entradas a los espectadores y esto es también un problemón. Diréis que siempre sale a relucir en mis escritos la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera), pero es lo que conozco más de cerca. Pues bien, esta agrupación de presupuesto relativamente modesto, se precia de no haber suspendido nunca una función, en los casi sesenta años que lleva funcionando.

¿Cómo lo hacen? Sencillo, cuando ocurre, se ponen en movimiento los componentes de la Comisión Artística y buscan un candidato, entre los que tienen fijados como reserva. Si está libre, ya lo han logrado, sino a seguir rastreando. Hasta ahora, lo han encontrado siempre. Claro está que, los resultados, no son, a veces, demasiado satisfactorios. Pero, por lo menos, se mantienen las funciones previstas, sin que lleguen a suspenderlas. Como dato curioso decir que en ABAO, contando desde la temporada 1999/2000, ha salido una media de prácticamente seis cancelaciones, con sus correspondientes sustituciones, es decir, casi una por título.

De los años de socio, recuerdo tres anécdotas divertidas, bastante recientes y referidas, más o menos, al tema que estoy comentando.

1.- De la butaca al escenario
Sucedió en Bilbao, a finales de febrero del 2000. Se iba a representar una “Traviata”, protagonizada por Cristina Gallardo Domas (Violetta), Aquiles Machado (Alfredo) y Paolo Gavanelli (Giorgio Germont). Yo doy fe, porque lo he visto, que el barítono había dado a Bilbao, muchas satisfacciones. Recuerdo, especialmente, un “Ernani”, donde su voz lírica, brilló con especial gloria. Pero en el tiempo que estamos hablando, estaba ya en el cenit de su carrera.
Paolo Gavanelli
Parece ser que Gavanelli, aquel día, se levantó resfriado. No obstante, aseguró que podía cantar.

Cuando llegó el momento de los preparativos previos a la salida a escena, nuestro buen hombre, se dio cuenta que le iba a resultar imposible abordar el papel. El Teatro se empezó a llenar de gente que esperaba disfrutar de esa obra tan magnifica y conocida. A pesar de esta infausta noticia, la dirección decidió seguir adelante, dado que el padre de Alfredo, no entra hasta el segundo acto. Comenzó la función y los de la Comisión Artística, esperaban, claramente, un milagro.

Roberto Servile
Y el milagro se produjo. A alguien de la ABAO, se le ocurrió verificar si, entre los espectadores, estaba Roberto Servile. Este barítono, venía a cantar el personaje de “Don Alfonso”, en “La Favorita”. Era la siguiente ópera de la temporada, a representar el 17 de marzo del 2000. Habían ya empezado los ensayos de la obra de Donizetti y por eso, se requirió su presencia en la villa. Bueno pues, alguien en nombre de la Asociación, le echó cara al asunto. Fue a visitarlo a su butaca, en la que estaba como un espectador más.

"El Germont" de Servile en Turín
Sus aviesas intenciones eran evidentes. Ni corto, ni perezoso, le propuso el plan de sustituir a Gavanelli en la obra. Así, a palo seco, sin haberla ensayado previamente. Es verdad que los cantantes tienen, continuamente actualizado, lo que se denomina Repertorio. “La Traviata”, estaba dentro de su catálogo. Se convirtió en un cerrar de ojos, de espectador a protagonista en el escenario. El resultado no fue tan malo como podría esperarse. Y al bueno de Gavanelli, no le hemos vuelto a ver por Bilbao.

2.- Un atril de quita y pon
Era el 27 de octubre del 2009. Tenía cierta prevención hacia una ópera moderna y desconocida para mí, “Billy Budd”, del compositor inglés, Benjamín Britten. Ocupé la butaca que me corresponde en el Palacio Euskalduna de Bilbao y cuando estaba a punto de comenzar la representación, una voz por megafonía, nos anuncia que, por prescripción facultativa de ultimísima hora, se han visto obligados a sustituir al bajo, Sir John Tomlinson, en su rol de “John Claggard” el maestro de armas.

Dijo asimismo que, al ser un montaje complejo, no le había dado tiempo a aprender los movimientos escénicos. Por ese motivo, no habían tenido más remedio que dividir en dos el papel: uno canta y el otro se mueve. De efectuar esos movimientos se encargaría el director de escena. Más motivos para estar inquieto.

Escena de un montaje de Billy Budd
Cada vez que tenía que actuar el maestro de armas, aparecía por el extremo izquierdo del escenario un señor en traje de calle. Portaba, con mucho tiento, un atril, con una lucecita que encendía para poder leer la partitura. Los movimientos, se los dejaba al director de escena, debidamente caracterizado. Cuando acababa, con el mismo cuidado apagaba la lucecita, retiraba el soporte, y entraba al fondo del escenario, esperando su turno para volver a repetir la faena.

Así estuvimos, claro está, toda la ópera, afectando bastante a la concentración. Pues a pesar de todo, salí muy satisfecho y contento por haber visto una escenografía de las mejores y una ópera más que interesante. Después, volví sobre ella en videos y audios, que es la mejor manera de apreciarla.

3.- Un sacerdote que viene y va
Setiembre del 2001. Estábamos en una representación del oratorio, convertido luego en ópera, “Sansón y Dalila”, de Camilo Saint-Saëns. La protagonista era la suficientemente famosa, Dolora Zajick, junto con otros nombres, desconocidos para mí, de los que no recuerdo bien su actuación. Lo que sí retuve en la memoria, es el sucedido.

Un Sumo Sacerdote Judio
Estábamos ya en el tercer acto, poco antes de que ocurriera la caída del templo con todos los filisteos dentro. El Sumo Sacerdote de Dagón, tiene tan solo, dos únicas intervenciones en toda la obra. Son precisamente, en ese momento. Los soliloquios, bastante largos, están separados entre sí, por las partes de Dalila, Sansón y los Filisteos. Alberto Gazale, que es quien hacía de Sumo Sacerdote, empezó a abordar la primera de sus escenas.

En un momento dado, dejó de cantar. Parecía como si se estuviera pensando algo. De repente, salió del escenario. La música y los demás cantantes, siguieron con la función, pero la parte del bajo, el sacerdote que había huido, sencillamente no se cantó. Poco antes de que empezara su segunda intervención, volvió a aparecer, y a cantar, como si no hubiera pasado nada.

Alberto Gazale
¿Qué le ocurrió? Nunca lo sabremos los que estábamos de espectadores. ¿Un apretón tal vez? Las malas lenguas viperinas, decían que había discutido con, Antonello Allemandi, el Director Musical, que tiene la medalla de oro de la Asociación, por las muchas veces que ha dirigido aquí. Seguían diciendo los murmuradores, que esta fue su manera de vengarse. ¡Vaya cosa! A quien perjudicó fue al público. Bueno y también a su carrera, pues dice bien poco de su profesionalidad.

Bueno, para terminar el asunto titulado genéricamente Recambios, voy a contar otras dos anécdotas, una personal, la otra recogida de un librito al que yo estimo mucho, llamado “Disastri all’Opera”.

4.- Un doble don Juan
Corría el año 1987 o cerca. Entonces, yo vivía en Valencia por motivos profesionales. A esa ciudad llegó una compañía “de repertorio”, procedente de algún país del área de la Unión Soviética que ahora no recuerdo. Son esos elencos que van recorriendo el mundo con una serie de obras que tienen preparadas: en este caso se trataba de óperas. Es lo más aproximado a los titiriteros de antes,  porque el circo no puede considerarse dentro de esa categoría, ya que se trata de una ciudad ambulante.

Se instalaron en el Teatro Principal y había que aprovechar la ocasión de ver el acontecimiento que, por entonces, no se prodigaba mucho: existían abundantes bandas pero poca ópera. Hoy en día han cambiado radicalmente las cosas, al inaugurarse el Palau de les Arts Reina Sofía y tener, por tanto, una temporada lírica estable, con unos medios, que por aquí los quisiéramos.

Teatro Principal de Valencia
Traían como repertorio tres títulos: “La flauta mágica”, “Don Giovanni” y “La Traviata”. No hay que demeritar a este tipo de espectáculos porque yo vi en el Euskalduna de Bilbao, una “Khovantchina” protagonizada por rusos, y aunque la escenografía era tradicional (cosa que muchas veces se agradece), resultó más que recomendable.

Bien pues, con estos antecedentes, acudí presuroso a escuchar como resultaba el “Don Giovanni” y ahí vino la sorpresa. Había dos protagonistas, uno en el escenario actuando sin voz, y otro, con atril, en el foro de la orquesta cantando la partitura. La razón es evidente: se había quedado sin voz el barítono y al no disponer de recambio, tuvo que hacerlo un sustituto que no se sabía la obra.

5.- Una sustitución movida
Teatro alla Scala de Milán
El Teatro alla Scala de Milán, tenía programada una representación de “La Traviata”, para un lunes y el viernes anterior, enfermó la titular y también la posible sustituta, del papel protagonista de “Violetta”. Hubo de buscarse un segundo recambio, fuera de Italia, al no ser posible encontrarla en el país. Pensaron en, Ileana Cotrubas, que, por aquel entonces, estaba empezando. Llamaron a su casa, en Glyndebourne, pero ella estaba haciendo la compra en Londres, y su marido había ido al baño, por lo que ninguno de los dos pudo contestar.

Ileana Cotrubas en Violetta
Cuando, finalmente, consiguieron ponerse en comunicación, su esposo le preparó la maleta y se dirigió a Londres para encontrarse con ella. Llegaron al aeropuerto justo a tiempo de tomar el último avión a Milán. Pero fue cancelado por niebla. A la mañana siguiente, es decir, el sábado, todos los vuelos fueron anulados por la misma causa. Se ubicaron en un hotel vecino a esperar a que despejara. En la madrugada del domingo, el  cielo estaba limpio pero ahora el problema se centraba en Milán, también por niebla.
Aeropuerto de Gatwick- Londres

El lunes, día del espectáculo, solucionado el problema, pudieron llegar a Milán.  Cuando aterrizaron, encontraron una serie de automóviles con el síndico, el director y el escenógrafo. Recorrieron el camino hacia el teatro con poco tránsito y aún pudieron, por una sola vez, recordar los pasajes más difíciles. A continuación la Cotrubas se puso el vestido y se fue a escena sin un momento de reposo. La representación resultó todo un éxito pues fue llamada al palco escénico veinticuatro veces. Como dice el refrán: más vale llegar a tiempo que rondar un año.

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