sábado, 15 de octubre de 2011

EL BELLO SICILIANO (II)

ANECDOTARIO
Cuando se puede, tengo la costumbre de incluir alguna anécdota o chascarrillo, protagonizada  por el personaje que estamos comentando. Se trata de arrancar una sonrisa del lector y, de paso, conocer un poquito más la vida y carácter de la persona que recordamos.

Recogeremos a continuación, algunas anécdotas del compositor Vincenzo Bellini, tomadas de diferentes fuentes. No hay mucho. Estos chascarrillos referidos a él, los he conseguido después de buscar intensamente. Casi seguro que el aspecto doliente y concentrado del catanés, influyó y no dio facilidades a este tipo de cosas.

1.- Los Carbonarios
Los Carbonarios contra losAustriacos
En su estancia en el Conservatorio de Nápoles, Bellini y Florimo (su amigo más íntimo), tuvieron ocasión de tratar con los Carbonarios. Era una sociedad secreta, al estilo de los masones, muy activa en la revolución de 1820. Los dos compañeros de estudios, se hicieron miembros de la logia. La revolución,  fracasó con la derrota de los críticos y manteniendo nuevamente en el trono del Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia), a Fernando I.

Francesco Florimo
El director administrativo del Conservatorio, que era sacerdote, llamó a Bellini y Florimo. Les indicó que sabían de su participación en la revuelta. Si no querían ir a la cárcel, debían, primero confesarse, y luego gritar en el Teatro San Carlo, en día de función: “Viva nuestro rey Fernando, ungido por Dios y por el derecho”. No tuvieron más remedio que pasar por el trance.

Conde Carlo Pepoli
2.- Ignorancia geográfica
El principal colaborador de Bellini, en casi todas sus óperas, fue el más afamado libretista de la época, Felice Romani (1788/1865). La última obra que hicieron juntos fue Beatrice di Tenda (1833). Por desavenencias surgidas entre los dos, la siguiente, I Puritani, de 1835, la escribió un autor aficionado, el Conde Carlo Pepoli.

Castillo cerca de Plymouth
Buen narrador, logró algunos versos de notable calidad. Pero las nociones de geografía del Conde, debían de ser escasas. El argumento sucede en Escocia. La acción se inicia en el castillo de Plymouth. Esta fortaleza está situada al sur de Inglaterra. Lejos, por tanto, del Reino Escocés. El propio Bellini, tampoco conocía la ubicación del famoso baluarte. No pudo, por tanto, corregir el error del aristócrata.

3.- Por bigotes
Felice Romani
En 1829, Bellini y Romani, recibieron un encargo de los archiduques, María Luisa de Habsburgo y su morganático marido Charles de Bombelles. Se trataba de escribir una nueva ópera para inaugurar el Teatro Regio di Parma. Ella había sido la segunda esposa de Napoleón. Gobernaba su mínimo estado con mano de hierro, pero envuelta en terciopelo. Imponía en su pequeño territorio, una serie de leyes y normas muy estrictas.

Entre estas normas, había una que  establecía la prohibición, entre todos los hombres, de llevar barba y bigotes.  Cualquier extranjero que llegara al territorio, podía permanecer en él, sin afeitarse, solo tres días. Después, tenía obligatoriamente que rasurarse pues se creía que la barba o el bigote, estaban indisolublemente unidos a potenciales revolucionarios.

Maria Luisa de Austria
Llegaron a Parma, Bellini, perfectamente rapado y Romani, portando sus característicos bigotes. En la frontera, le dijeron al libretista que necesariamente debía afeitarse los poblados mostachos que lucía, ya que su estancia allí iba a ser prolongada. Romani no estaba dispuesto a hacerlo, pero fue Bellini quien tomó la palabra: “Hemos venido aquí a trabajar por encargo de S. A. la Duquesa, para escribir la ópera con la que se inaugurará el nuevo Teatro Regio. Pero si insisten en obligar a mi amigo a rasurarse el bigote, nos iremos los dos, y no habrá ni ópera ni inauguración”.
El conflicto parecía insoluble. La noticia de lo que ocurría, llegó pronto al palacio archiducal. No tardó en materializarse un permiso especial que consintió a Felice Romani, conservar los cuidados signos de su personalidad, todo el tiempo necesario. La ópera que prepararon (Zaira), estrenada en mayo de 1829, fue un estrepitoso fracaso.

4.- Mala pronunciación
Bellini nunca aprendió el francés con la fluidez necesaria para tomar parte en las habituales tertulias de los salones. Hay varias anécdotas que testimonian sus confusiones lingüísticas.

Caricatura Bellini
4.1- En una ocasión, trató de pedir en una tienda, un sombrero de fieltro (chapeau de feutre) y, en lugar de ello, pidió un “sombrero de joder” (chapeau de foutre).
4.2- En otra ocasión, Bellini intentaba decir ¡Esto es mentira! (bugia en italiano), pero en francés lo que dijo fue “esto es una candela” (bougie).

El músico alemán Ferdinand Hiller, elogiaba estas situaciones: “Las expresiones confusas adquieren encanto a través de su contenido y su sintaxis, que se echa en falta a menudo entre los expertos”. Sin embargo, Madame Jaubert, esposa de un alto funcionario del gobierno, decía que “su forma de hablar y sus maneras, eran infantiles”. Todo porque no podía mantener, en lengua francesa, una conversación entre adultos.
Vincenzo Bellini
5.- Las Mujeres
Vincenzo Bellini debía de tener un ardor pasional por las féminas. Eran muchas las que, según los relatos, quedaban atrapadas en sus redes. Pero, a primera vista, la delicadeza de su rostro, no dejaba adivinarlo. Tuvo que ver con varios lances amorosos documentados (prescindimos de los no verificados). Se localizan entre Nápoles, Milán y Génova.

5.1 Primer Amor
De su estancia en Nápoles, es famoso el hecho de querer casarse con una muchacha napolitana, hija de un juez. Se llamaba Maddalena Fumaroli. Nos cuenta los datos su amigo Florimo. Bellini conoció a la muchacha en casa del padre; ofreció darle clases de canto: se enamoraron; sus padres interrumpieron las clases cuando se enteraron; y se rogó al compositor que no volviera más por allí.

Pero los jóvenes, mantuvieron correspondencia clandestina. Después del éxito de sus óperas de estudiante, Bellini le propuso boda. Pero fue rechazado. Él abandonó Nápoles y perdió todo interés por Maddalena. Sin embargo, ella, por algún tiempo lo mantuvo. Termina con el dramático desenlace de la muerte de la muchacha, que puede ser falso.

5.2 Por Triplicado
Giuditta Turina
Hablando en general, todos tenemos nuestras manías y peculiaridades. También el músico, que estaba, al parecer, atraído hacia las hembras llamadas Giuditta (Judith en español). Sus tres amantes, se llamaban así. La primera (Giuditta Cantù Turina), fue la que mantuvo con él, la relación más duradera.

Resultó larga, apasionada e inspiradora pero también atormentada. Era una mujer casada y de muy buena familia. Además de esta infidelidad matrimonial, no le quedó más remedio  que compartir a Bellini con otras dos mujeres, ambas cantantes y también llamadas Judith: Giuditta Pasta y Giuditta Grisi.

6.- El Espectro
Florimo nos habla de un tal señor Cicconetti, quien aseguraba que Bellini, veía a un espectro espantoso, siempre que se sentaba a tocar el piano: “A menudo Bellini, con fantasía meridional, solía repetir que, cada vez que se ponía al cémbalo y se dejaba llevar por su inspiración, veía aparecer un enorme espectro, de rostro amarillo, con dos grandes ojos que se le clavaban,

mirándolo con amarga sonrisa, helándole el corazón, cortándole la inspiración y haciéndole temblar los dedos sobre el teclado. Aquel espectro, parecía decirle: ‘Vete, que a mí no me importa nada que con tus patéticas cantinelas, con tus acentos pasionales, consigas conmover a los espectadores y excitarlos al entusiasmo”.

7.- Bellinómano
Giuditta Pasta
Cuando Bellini volvió a Sicilia en 1832, después de estar ausente durante casi diez años, se hizo amigo en Palermo, de un grupo de personas de su edad, que disfrutaban de su juventud, divirtiéndose. Un buen día, se acercaron a una iglesia en la que el organista, estaba cumpliendo con su trabajo.

Bellini le exigió que le dejaran tocar su propia música. El hombre después de organizarles una gran bronca, optó, muy indignado, por marcharse. Antes de que llegara a la puerta de la iglesia, el catanés se sentó al órgano y tocó “Casta Diva”. ¡Estupefacción! ¡Revelación! ¡Entusiasmo absoluto! Se daba la circunstancia de que el organista, era un verdadero tifoso del compositor.

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