lunes, 23 de enero de 2012

EL BELLO SICILIANO (III)

Continuando con el, a mi modo de ver, interesante Tema de Bellini- como compositor y ser humano- hoy subo la tercera entrega. Las otros dos (Introducción y Datos Básicos (I)Anecdotario (II)), están ya incluidas en mi blog, pues fueron publicadas en Octubre del año pasado. Va a ser un asunto que se prolongará en el tiempo. Espero y deseo. no obstante, que os guste y le sigais la pista con facilidad, al estar todas las partes incluidas en un Concepto único (EL BELLO SICILIANO).

INFANCIA Y JUVENTUD
Vista General de Catania
Según reza la leyenda popular, la madre de Bellini, en el momento de dar a luz, “oyó música celestial y todas las campanas de Catania, se pusieron milagrosamente a sonar a la vez”. Los testimonios de aquella época, no dicen nada especial acerca de su nacimiento, el 3 de noviembre de 1801, ni de su bautismo al día siguiente. Pero la vox populi sigue apuntando que “Vincenzo, con un día de edad, se conmovió mucho al oír a su abuelo, tocando el órgano”. Sobre sus progresos como bebé, la tradición asegura que “era capaz a los dieciocho meses, de cantar- con gracia- un aria de ópera bufa”. Y que “a los tres años, marcaba el compás a una orquesta completa, siguiendo la partitura con eficacia”.

Las tres capitales importantes de
Sicilia (Palermo, Messina y Catania)
El territorio donde nació el músico, estuvo dominado por españoles más de cuatro siglos. Después se impusieron: la región italiana del Piamonte, los austríacos, la monarquía napolitana y, con la invasión de Napoleón, los franceses. Su economía, agrícola, dependía de las exportaciones de trigo y azufre. Tres eran las ciudades principales sicilianas: Palermo, Messina y Catania. Con sus lentas comunicaciones, la isla no tenía, pues, un único punto de atracción. Palermo, la capital, era el centro de la alta nobleza servida por unos gremios artesanales obedientes y sostenidos por vastos cultivos de trigo. Catania era una ciudad modesta de unos 45000 habitantes, con viñedos y olivares en tierra fértil y mirando siempre al mar, por eso cuidaban tanto su puerto.
Mapa de Catania y su encuadre
en la isla de Sicilia
El inicio de la carrera de Bellini, fue el típico de alguien con antecedentes familiares: tanto el padre como el abuelo, pertenecían al gremio. Éste último, Vincenzo Tobbia Bellini, había llegado a Catania, de una región italiana: los Abruzzi. Después de graduarse en el Conservatorio de Nápoles, consiguió una plaza como compositor-organista de un gran noble, el príncipe de Biscari. Se casó con una viuda siciliana y logró situarse mejor que Rosario Bellini, su hijo- y padre de Vincenzo-. Este progenitor se reveló como un artista mediocre y se desposó con Ágata Ferlito, hija de funcionarios de poco rango. Bellini tuvo tres hermanos y otras tantas hermanas más. El niño se fue a vivir con su abuelo, en parte por realizar más relajado el aprendizaje musical, pero también por el poco espacio que había en la casa familiar. Cuando Bellini salió de su hogar y tuvo que darles noticias escritas, siempre lo hizo a su tío Vincenzo Ferlito, debido a  la poca preparación para la correspondencia de sus padres. Incluso una de sus hermanas, está probado que era completamente analfabeta.

Placa en la Casa Natal
Acerca de la educación general de Bellini, se sabe muy poco. Parece que trabajó en su casa con profesores particulares, sobre todo sacerdotes. Como siempre, la imaginación popular, magnifica el hecho diciendo que: “realizó estudios de griego, inglés y filosofía”. A pesar de su formación artesanal, Bellini adquirió virtudes sociales, que lo elevaron por encima del grado de mero artesano. Tenía el sistema de “acercarse a la mejor sociedad, donde fuera que viviera, Nápoles, Milán, Paris, y de establecerse entre ellos”. Esto significaba relacionarse de igual a igual con los aristócratas. De este modo, consiguió que, por influencia del Duque gobernador de la provincia, se le concediera una beca a cargo de la corporación municipal. Fue una de las últimas cosas que hizo en Catania, pues, con ese dinero, se fue a estudiar música a Nápoles.

Ayuntamiento de Catania
En 1819, Bellini comenzó a recibir lecciones en el Real Colegio di Musica di San Sebastiano que dirigía uno de los más famosos profesores de la época, Niccolò Zingarelli. Para un músico de Catania, de dieciocho años, estudiar en ese lugar, era a lo que más podía aspirar. El Teatro San Carlo, por aquel entonces, resultaba ser el mejor de toda Italia (incluyendo La Scala), gracias a un subsidio real, que no tenía equivalente en la península. Estaba basado en las ganancias por el juego. Bellini había llevado consigo un cuaderno de sus primeras composiciones, la mayor parte, escritas ex profeso para mostrarlas a los responsables de la institución. Entre los profesores que tuvo Bellini, figuran el septuagenario, Giovanni Furno, Giacomo Tritto, con ochenta y seis y Zingarelli, con más de setenta años.  

Conservatorio de Nápoles
Entre los compañeros-estudiantes, estaban Mercadante y Francesco Florimo, con quien, años después, mantuvo abundante correspondencia. El joven, fue ubicado en la clase de principiantes. Pero un año y medio después, Zingarelli reconoció las aptitudes del muchacho. En 1824, le nombró Primo Maestrino (un profesor que enseñaba a los principiantes), lo que le permitió acceder a habitación propia (era todo un privilegio). Bellini continuó progresando en su formación musical y publicó sus primeras composiciones; eran obras religiosas y canciones; a los veinte años, escribió una sinfonía y la Cantata Ismene. Sus músicos preferidos, a cuyo estudio se dedicó, fueron Haydn y Mozart. En el campo de la ópera, admiró a Rossini, pero prefería la obra de Pergolesi.

domingo, 8 de enero de 2012

La Escuela de Espectadores

Cuando era más joven, he recorrido un poco los teatros de España, asistiendo a representaciones operísticas. Hoy, se me ha pasado el arroz. Me he vuelto cómodo. Eso implica, que tengo que conformarme,  con las que se dan en la plaza de Bilbao. Sabéis que hay una temporada, constante cada año, que empieza en setiembre, y termina, entre los meses de mayo o junio siguientes. Con eso y mis grabaciones, me voy arreglando.

Las funciones, tienen bastante buen nivel, sin que llegue a extraordinario. Los montajes, han mejorado mucho en el Euskalduna. La filosofía es, dar siete óperas, de las cuales, tres, son necesariamente del “Tutto Verdi”.  (¿Demasiado? Es que si no, no se acabaría nunca). El resto corresponde a un estreno (nunca dada), un reestreno (pocas veces representada) y dos óperas del repertorio tradicional. Lo peor de todo son los precios. Como ya he dicho, no frecuento otros teatros. Sin embargo, creo que lo que se cobra en Bilbao, es un poco caro. Si te conformas con las localidades más altas, puede haber una cierta equiparación. Pero es mucho mayor la distancia al escenario, que en otras plazas. Todo, consecuencia, de la multiplicidad de uso del edificio.

Acostumbro a ver cada ópera, dos veces. Os lo explicaré. Acudo al ensayo general con público y, también, a la localidad que pago como socio. La última prueba, con vestuario y espectadores, no se aleja mucho de lo que luego se verá. Tal vez, aunque raro, el director musical o el escénico, hagan repetir y los artistas reserven su voz para el estreno.

Aun así, es una excelente oportunidad, que debe aprovecharse. Pero volvemos a la parte crematística. Al principio, eran gratis, luego implantaron una cantidad simbólica. Este importe, ha ido encareciéndose progresivamente. Sin llegar, ni mucho menos, a los niveles de una entrada normal, es relativamente crecidito el precio.

Bueno pues, en uno de esos ensayos, me pasó un caso del que quiero haceros partícipes. Pienso que era una “Lucia”, recién inaugurado el nuevo teatro. Junto a mi localidad, estaba una mujer, ya entrada en años, con otra señora que podía ser su amiga o familiar. Todo transcurría con normalidad. Empezó el espectáculo. Nuestra Lucia, de aquella tarde, estaba cantando su aria más famosa. De repente, suena un celular. Era de la dama que estaba a mi lado. Muy azarada, lo coge, después de buscarlo por todo el bolso.

“¡Dígame! Ah, ¡eres tú! Dime rápido, que estoy en la ópera…. Que sí, que ya he comprado pan para la cena”. Toda la gente de alrededor nos quedamos asombrados. Vale con que era mayor, pero fue muy duro impedir, por unos instantes, que oyéramos a la soprano. Creo que la señora, abusó de los derechos que le daba su edad. ¡No es un tema baladí! El afamado director, Riccardo Muti, paró una representación, precisamente por este motivo. Dejó cinco minutos de silencio, en los que se mascaba en el auditorio, la mala uva del susodicho.

En los programas de mano, se indican claramente una serie de principios, que todos debemos de tener en cuenta:

1.   Nos permitimos recordarles que una repentina tos puede ser casi inaudible, si se amortigua con un pañuelo en la boca, evitando así las correspondientes molestias a los artistas y espectadores.

2.   Les rogamos mantengan desconectados los teléfonos móviles durante la representación.

3.   Asimismo le indicamos que está prohibido fumar en las dependencias del teatro.

La trascendencia del asunto de los móviles, ha obligado a colocar ya, o pensar en hacerlo, inhibidores de frecuencia para impedir que funcionen los dichosos celulares, que son muy útiles pero, a veces, molestan. Dentro de esta línea de instruirnos a nosotros, espectadores asistentes a los ensayos generales, en cada uno de ellos, se da un aviso, por la megafonía, que dice, poco más o menos: “Se prohíbe silbar y patear a los artistas, ya que no están obligados a cantar, en plenitud de sus facultades, pues deben reservarse para la representación oficial”.