martes, 21 de junio de 2011

Óperas Basadas en Shakespeare (IV) Final

9.- FINAL
Caricatura
William Shakespeare
La importancia de William Shakespeare como autor literario, no la discute nadie,   hoy en día. Es uno de los grandes genios universales de la literatura. Ocupa un lugar prominente en el mundo artístico de nuestra edad contemporánea y es muy amplia la influencia que este dramaturgo inglés, ha ejercido en las disciplinas estéticas, como la música, la pintura, el teatro, la poesía y el lenguaje.

Caricatura de Mendelssohn
Hablando de la música, en general, hay muchos compositores, especialmente de la época romántica, que mediante Oberturas, Ballets, Poemas Sinfónicos, Sinfonías, u otras piezas instrumentales y vocales, han tratado diversos temas, relacionados con alguna de sus obras teatrales. Podíamos citar a casi todos los músicos del romanticismo y otros del pleno siglo XX, pero nos vamos a limitar a Félix Mendelssohn-Bartholdy, con su música incidental “El sueño de una noche de verano” y Héctor Berlioz con su “Roméo et Juliette”, una sinfonía dramática y coral a gran escala.

Berlioz
Si nos centramos, particularmente en la ópera, espero que haya quedado demostrado que han sido muchísimas las obras a las que han dado lugar los personajes del dramaturgo inglés. Ello es, sin duda, consecuencia de que estamos hablando, en ambos casos, de teatro, uno cantado, el otro recitado. Pero, por desgracia, estas óperas han “vivido” demasiado poco. Sólo hay una mínima muestra de ellas, que han podido, con facilidad, mantenerse activas.

Verdi
El resto no ha conseguido vencer al tiempo. Pero esto no afecta a la sustancia, es decir, a la importancia de Shakespeare en la ópera, que ha sido extraordinaria. De entre los compositores del género lírico que han basado sus trabajos en Shakespeare, citaremos como más importante a Giuseppe Verdi, que ha logrado, además, el record de componer- como nadie lo ha hecho- tres óperas basadas en el autor inglés, y las tres son piezas del repertorio habitual de todos los teatros operísticos. 

Everett Millais: Ofelia
También en el terreno de la pintura, las obras de William Shakespeare, han servido de inspiración a muchos artistas de la escuela prerrafaelita, como Sir John Everett Millais, con su famosa “Ofelia”, y, de la era romántica, como Eugène Delacroix. Sin poder olvidar a Henry Fusell, que está considerado como “el pintor de Shakespeare”, por antonomasia.

Muchos artistas se han inspirado en las obras teatrales del dramaturgo, para realizar, con ellas, arte. Uno fue Turner, con su “Juliet and her nurse”, referida, evidentemente, a “Romeo y Julieta”. Contemporáneo de Turner, Gilbert Stuart Newton, se inspiró en el autor inglés, para pintar “Shylock and Jessica”, naturalmente, el judío de “El Mercader de Venecia”.

Shylock and Jessica
Esa apreciación que la cultura europea tiene por William Shakespeare, no fue siempre así. A lo largo de los siglos, ha sufrido altibajos en la estima. Su consagración universal es un fenómeno relativamente reciente. Los ingleses lo tenían claro desde el principio. Por el contrario, en Francia, Italia, España e incluso Alemania, país muy shakesperiano, la figura del bardo inglés, no siempre fue tan reverenciada. Para muestra, un escrito de Voltaire sobre él: “Tenía un talento lleno de fuerza y fecundidad, natural y sublime, pero sin la menor chispa de buen gusto, ni conocimiento de las reglas…. Farsas monstruosas que llaman tragedias…… es porque las tonterías de Shakespeare, son antiguas”.
Voltaire

Este texto, resalta lo que predominaba hasta mediados del siglo XVIII, en las literaturas europeas. Practicaban la doctrina de no aceptar que el genio natural pudiera ser fecundo, sin un saber sólido o un arte depurado. Era el neoclasicismo, que se opuso a los excesos barrocos anteriores. Justo a mediados del siglo citado, la figura de Shakespeare, ya era, casi, presa del descrédito.
Surge, entonces, otra estética diferente: el pre-romanticismo, que sostiene que el eje del conocimiento ya no está en la naturaleza, sino en la conciencia del hombre. Con el nuevo pensamiento, Shakespeare se convierte en el modelo a seguir y es objeto de múltiples ediciones y continuas alabanzas. La indiferencia hacia las reglas clásicas, la expresión espontánea de la belleza extrema y el lenguaje, se funden para componer la esencia del genio inglés.

Shakespeare
"saliendo del pozo"
Es a partir de ese momento, cuando las obras de Shakespeare, son vistas bajo una óptica distinta y su figura, va revalorizándose, a medida que se conocen nuevas aportaciones sobre otros campos. Así, William Hazlitt, comenzó a explorar seriamente el aspecto psicológico de las obras del inglés, en un enfoque, que tiene vigencia en nuestros días, a pesar de haber sido escrito en 1818. En su ensayo, se encuentran pasajes como éste: “Sirviéndose de un arte, semejante al del ventrículo, arroja su imaginación fuera de sí mismo y logra aparentar que procede de la boca de la persona en cuyo nombre se da”.

Estatua de Shakespeare
en Leycester
Unos cientos de años después de la muerte de William Shakespeare, empezaron a surgir dudas sobre la autoría de sus obras. Algunos no creían que fuese el autor de su producción literaria. Los críticos consideraban que no contaba con la suficiente formación. Era, sólo, el que daba la cara. Había detrás otro escritor, que sería el verdadero autor de las comedias, tragedias y poesías. Este “supuesto autor”, deseaba permanecer en el anonimato.

Pocas cosas pueden asegurarse. Una de ellas sería que hubo un buen número de obras publicadas bajo en nombre de  William Shakespeare” y que, éste nombre, existió como miembro de una compañía de teatro. Pero, si no es Shakespeare ¿quién, entonces? Durante el siglo XIX, se mantuvo la teoría de que era Sir Francis Bacon. Luego pasó a Sir Edward de Vere. También se cita a Christopher Marlowe. Actualmente, el mundo académico opina que, las obras atribuidas a Shakespeare, son, efectivamente, del bardo inglés.

Edward de Vere
Ahora bien, como el legado es muy extenso, pudo tener colaboradores. El decimoséptimo conde de Oxford, Edward de Vere (1550-1604), podía ser uno, pues no le interesaba, ni el dinero ni la fama y, tenía muchas facultades literarias. John Lyly y Anthony Munday, habrían podido colaborar, asimismo, en esta tarea de completar sus obras.

Pero esto son todo especulaciones, sin ninguna base cierta. Mientras no tengamos una máquina del tiempo para poder viajar al siglo XVI isabelino, temo que no se resuelva el dilema. Planteada está la duda. Dejemos a los expertos que la disipen, si es que pueden.

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