domingo, 15 de mayo de 2011

AÑORANZAS

Hoy no he empezado bien el día. He estado inquieto toda la noche, y ese desasosiego no me ha permitido relajarme. Al poner los pies en el suelo, tenía jaqueca. Antes de acudir a la aspirina, siempre pruebo un remedio simple y natural. Es lo que yo llamo terapia musical. Algún día os hablaré de ella. Por hoy, basta con decir que ese remedio, para mí, es ponerme a escuchar muy tempranito, “Il barbiere di Siviglia (El barbero de Sevilla)”, de nuestro querido cisne de Pésaro, Gioachino Rossini.

Portada del DVD
Era una clásica versión en video, que han remasterizado hace ya mucho tiempo. Se trataba del DVD, hecho en estudio, con dirección escénica de Jean-Pierre Ponnelle, interpretado por Prey, Berganza, Alva, Dara y Montarsolo, y todos dirigidos por un jovencísimo Claudio Abbado.

Creedme que, después de haber visto la ópera un montón de veces, todavía me hace reír. Y se me alivia el dolor de cabeza. Tiene, para mí, un encanto especial, un algo que no sabría definir. Siempre me obliga a seguir la trama y eso que me es más que conocida. En definitiva, me engancha.

Los personajes del Barbero
Ese enganche también se da conmigo,  en los fallecimientos de Mimí (La Bohème) y Violeta (La Traviata). De acuerdo en que son distintos los motivos, uno jocoso y los otros trágicos. Pero os aseguro que, ya sea en audio, vídeo o en vivo, las muertes de estas dos féminas, siempre me pillan con la guardia baja.

Un jovencísimo Rossini
Volviendo con mi querido “Barbero”, tengo que confesar que esta obra, me trae recuerdos nostálgicos, porque fue la primera ópera que tuve el gusto de ver representada. Tenía yo unos veinte años. Mi relación con la música entonces, era asistir, como oyente, a los conciertos que, los domingos por la mañana, daba la Orquesta Sinfónica de Bilbao.


Rafael Frühbeck de Burgos

Recuerdo como director a Rafael Frühbeck de Burgos. Estuvo unos años con la Sinfónica. Le gustaba interpretar piezas contemporáneas. El público bilbaíno lo llevaba muy mal y silbaba y pateaba, cuando esto sucedía. Igual que lo hizo al anunciarse su despedida de la orquesta, para ir a un puesto en Madrid.

José Tamayo
Nunca me había atrevido a asistir a un espectáculo de ópera. Por aquel tiempo, no había demasiadas oportunidades. La ABAO, Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera, acababa  de empezar a funcionar. De cualquier manera, sus precios eran prohibitivos para los recursos económicos que tenía entonces. Solía consolarme pensando que aquello no era para mí.

Teatro Arriaga de Bilbao
Pero ya me rondaba el gusanillo de la lírica. La zarzuela era una de mis aficiones. Seguía creyendo que no tiene nada que ver con la ópera. Disfrutaba de aquellas compañías que llegaban a Bilbao, por temporadas, ofreciendo las obras de repertorio que tenían preparadas. Una de ellas era la del famoso José Tamayo que, por la semana grande de agosto, acudía puntual a su cita.

El renovado Teatro Baracaldo
Evoco, con nostalgia, el “gallinero” del Teatro Arriaga, de asientos corridos. Dicho teatro era el templo de la zarzuela en Bilbao. Allí me empapé todo lo que pude de las más importantes. Me trae muy gratos recuerdos pensar en aquellas tardes en la parte mas alta y mas barata del local, disfrutando del género chico y el grande.

Otro modo de cultivar mi devoción por la lírica, se centraba en asistir a las representaciones, normalmente dos al año, de la llamada “Masa Coral del Ensanche”. En idéntica situación me encontraba con el “Orfeón Baracaldés”.
Otra vez los personajes de
El barbero de Sevilla

Esta coral solía escenificar, siempre que el tiempo lo permitía, una zarzuela en la plaza del pueblo. En caso contrario, lo hacían en mí querido Teatro Baracaldo. El  Orfeón era ambicioso porque su director, Manolo Herrero, lo era también. Atacaban obras duras como “La dogaresa” o “Los diamantes de la corona”.

Pero, no vaya a pensarse otra cosa, todos eran aficionados que robaban tiempo a sus ratos libres, para dedicarse al canto. Por ejemplo, el ya citado Herrero como responsable de la agrupación y, a su vez, director musical, tenía una ferretería en los pórticos de la plaza.

El Palacio Euskalduna
símbolo del Bilbao moderno
Llegó un día en que hice mi bautismo operístico. No recuerdo detalles. He olvidado el porqué acudí y a donde. El caso es que fue, precisamente, con mi querido “Barbero”, de eso sí que me acuerdo. Todos mis planteamientos de que aquello no era para mi, se vinieron abajo. ¡Vaya si tiene que ver la zarzuela con la ópera! ¿Cómo no, si son las dos teatro cantado?

En fin, empecé con un dolor de cabeza y ¡mirad donde hemos acabado! Espero que ese mal de testa, no os lo haya transmitido yo a vosotros, por leer estos comentarios.

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