jueves, 14 de julio de 2011

Mixtifori


Balones Fuera
Tosca y Scarpia
Se trata de una anécdota, recogida en un Teatro de Provincias, sin que se conozcan, ni la fecha ni el lugar. La ópera “Tosca”, de Giacomo Puccini, se hacía en una producción de muy bajo costo. La ciudad no podía permitirse más. Y como todas las de su estilo, estaba predestinada a que se produjeran incidentes, al estar el montaje escénico reducido al mínimo. En el último momento, el productor mandó a un joven asistente, que buscara balas de cañón, para dar verosimilitud a la escena final. El muchacho, fantasioso y emprendedor, regresó, justo a tiempo, con una partida de balones de playa comprados a buen precio.

Deprisa y corriendo, los balones fueron pintados de negro y, con mucha rapidez,  fueron encolados juntos, formando una pila. Colocados en forma de almena, sobre las gradas, parecían verdaderas balas de cañón. Pero la Tosca de esta historia, subiendo a la carrera los escalones para hacer su salto fatal, golpeó el montón con un pié. También la cola debía ser particularmente económica- al estilo de los balones de playa- porque, con la acometida, el conjunto se desintegró. Liberados los balones, rebotaron hacia abajo por las escaleras, cruzaron el escenario y sobrevolando el foso orquestal, aterrizaron en la platea.

Los Dos Tenores
Desearía tuviera cabida en mi blog, cualquier tipo de temas. Que fuera una especie de Cajón de Sastre. En definitiva, que hiciera honor al nombre de Miscelánea. Por eso, vamos a intentar divertirnos con un chiste de argentinos, ya que nunca he puesto de esa clase.

Pavarotti
Las malas lenguas dicen que, el difunto Luciano Pavarotti y Plácido Domingo, no se llevaban bien. Tras la apariencia simpática de ambos, existía una cierta tensión. El azar hizo que una tarde se encontraran en el Aeropuerto Kennedy. No pudieron esquivarse. Después de los saludos de rigor, entablaron el siguiente diálogo:

LP: “¿Cómo andas, Plácido? Mucho tiempo sin vernos”.

PD: “Excelente, Luciano, vengo de un concierto en la Scala de Milán, con el teatro completamente lleno. Mi actuación fue realmente fabulosa. Tuve que salir a saludar treinta y cinco veces. Una estatua de la Virgen María, que estaba en el escenario, lloró. ¿Y tú, Luciano? ¿Qué tal esos conciertos?

Plácido Domingo
LP: “No te imaginas, Plácido, mi último concierto en New York. Canté como nunca había cantado. El teatro estaba lleno. Tuve que bisar varias piezas. La gente aplaudía cada vez más. Salí a saludar sesenta y dos veces. Al final se produjo algo increíble: descendió Jesús desde una gran cruz que había en el escenario y viniendo hacia mí, me abrazó y dijo: "¡Tú sí que cantas bien, no como ese otro ‘gallego’ maldito, que hizo llorar a mi mamá!".

El Diluvio
Patio interior Palacio Pitti
Damos ahora un salto temático, y nos situamos- con nuestra imaginación- en la maravillosa ciudad renacentista de Florencia, donde dicen que, el escritor francés Stendhal, descubrió el famoso mal que lleva su nombre, por coger un “empacho” de obras de arte. Leyendo el título, alguien podrá decir que la anécdota que voy a relatar, no se refiere a una ópera. Sí, es verdad, Egmont no es una ópera sino un melodrama teatral, con música. Eran, pues, unas representaciones del Egmont de Goethe, con la música incidental que compuso Beethoven para esta obra. Se hacía, abierto al exterior, en el patio del Palacio Pitti, durante el verano del año 1967.

Luchino Visconti
Son seis los fragmentos para acompañar a la representación, compuestos por el genio de Bonn (de los que sólo se conoce bien la Obertura). Tienen, por si mismos,  un indudable interés dramático. Interpretados por una gran orquesta sinfónica, dirigida por Gianandrea Gavazzeni, y con la fabulosa puesta en escena de Visconti, seguramente podría decirse que, casi, se aproxima a una representación operística.

A medida que las pruebas iban adelante, el texto y la música se integraban cada vez mejor. Durante los momentos- algunos de notable extensión- en que la orquesta se adueñaba del escenario, los actores se quedaban parados formando un cuadro plástico muy expresivo. Llegó el momento del ensayo con vestuario, en el espacio abierto del interior de la fortaleza de los Medici. Era una perfecta tarde de junio. Espléndida la puesta en escena. Las luces se reflejaban sobre las corazas de la guardia. Los fabulosos trajes parecían un cuadro de Rembrant o de Velázquez que hubiese tomado vida.

Estaba presente Marcello Mastroianni y algunos privilegiados espectadores. Todos  estaban inmovilizados e hipnotizados por lo que estaban viviendo. La tarde siguiente, la del debut, media hora antes del inicio se abrieron las cataratas del cielo y llovió como sólo en Florencia sabe hacerlo. Llovió y llovió, con absoluta regularidad, toda la semana de las representaciones previstas. Esto no es extraño en Florencia. Un año antes, el 4 de noviembre de 1966, y a causa de abundantes lluvias, el río Arno se desbordó. Se inundó la ciudad y numerosos pequeños pueblos. Esto provocó cien muertos. Como conclusión, el público se quedó sin ese magnífico espectáculo ya que no se ha vuelto a representar por lo menos en esa localidad. ¡Pobre Visconti! Incluso los grandes están a merced del viento y la intemperie.

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